sábado, 31 de octubre de 2009

Reflexión majadera acerca del quehacer del vago

Imagen que apoya el estereotipo del vago, como 
un pobre diablo acalorado, indiferente a todo 
y con rasquiña en las bolas 
Supongo que tener un blog implica perderle el miedo a temas que tal vez se hayan tratado entre las letras de muchos otros blogueros. O mas bien perder la vanidad derrotista de no abordar un tema solo porque no se es el primero. Nunca seremos los primeros en los temas, por más enrevesados que sean. Y saber eso nos golpea el ego. Además nunca seremos los únicos. Si hay millones de blogs regados por toda la atarraya, y si cada día aparecen más y más y más, lo más probable es que haya un montón de montones de personas que hayan tratado ya el tema que voy a tocar. ¿Qué se puede hacer al respecto? Pues atiborrar un poco más de temas abordados el ya atiborrado universo bloguero. Y no pensar demasiado en eso.

La mayoría de las veces trato de que mis entradas sean atemporales y que no toquen aspectos actuales de mi diario vivir, pues soy poco dado a escribir de tales bagatelas*. Pero hoy tuve ganas de comentar algo que posiblemente abarque mi actualidad durante mucho tiempo, y como la caza de temas que tengo que hacer antes de sentarme ante la pantalla a esgrimir la redacción de entradas cada vez va peor (aunque tal vez haya un tema que me pueda dar frutos durante mucho tiempo, sin la necesidad de otros), romperé hoy una regla implícita, que tal vez haya roto más de una vez sin darme cuenta, lo que poco me interesa averiguar a estas alturas.

Y es que en estos momentos puede decirse que soy un vago. Así de simple. Desde hace un par de meses, luego de que recibí mi incómodo cartón de graduado, y salvo dignas actividades de excepción, mi rutina se ha transmutado poco a poco —aunque sin mucha dificultad— en la del dichoso adjetivo. Y poco a poco, también, en mi casa mis superiores caseros se han ido percatando de mi nueva condición, con incómodas consecuencias; más adelante hablaré de ello. Por ahora, y para empezar, estuve pensando durante días en lo que significa ser vago, y en un gesto irónico para los de mi categoría, busqué primero información acerca de la palabra y su origen, para no quedar tan incompleto ni tan impotente frente al tema, aunque, a decir verdad, no me interesaba mucho. Lo que hace uno por rellenar líneas de texto...

En el (en ocasiones obtuso) diccionario de la RAE encontré varias definiciones, de las cuales, por joder, extraigo ésta:
  • adj. Holgazán, perezoso, poco trabajador. U. t. c. s.
Y bueno, sí, tal vez así sea en mi caso, qué sentido tiene negarlo. Sobre todo eso de poco trabajador; me detengo un momento aquí, en esta última característica, y pienso un poco, solo un poquito, que vale la pena... la palabra poco encierra una suposición de una cantidad pequeña de algo, y en este caso, haciendo evidente esa característica, recuerdo que he realizado unos cuantos trabajos desde mi grado, con pagas muy pequeñas, que no vale mencionar aquí. También puedo decir que dentro de eso que es poco, incluyo el hecho de estar buscando trabajo relacionado con mi carrera, claro está, solamente por aquello del valor agregado de que me pagarían por ese sacrificio tremendo que implica trabajar; debo decir, empero, que como todo buen lugar común viviente de la vagancia, el hecho de no ser llamado a entrevista por ninguna de las 28 empresas e instituciones a las que he enviado hoja de vida, no es, por sí solo, un inconveniente para mí. En lo absoluto, carajo.

También investigué un pequeño dato etimológico del curioso adjetivo, y encontré que vago viene del latín vagare, que hace referencia, en pocas palabras, a algo que anda errante, sin detenerse en ningún lugar, como dice en el diccionario de la RAE. Y entonces comencé a pensar si el origen de nuestra palabra protagonista también tiene que ver conmigo. No soy una persona que acostumbre salir con frecuencia de su casa; de hecho, disfruto mucho mi estancia en ella, incluso con los percances que aparecen en mi contra, posiblemente, pienso yo, por culpa de mi estado. Pero vi que esos mismos percances, que involucran a mis superiores caseros y que incluyen de éstos indirectas sobre mis costumbres de vigilia y sueño (posible tema para otra entrada o posible olvido, que se yo), reprimendas por mi presunta falta de voluntad para con los favores que ellos me piden muy a menudo y negativas a préstamos monetarios, impulsan ese deseo de errar, de vagar, de permanecer fuera de casa haciendo cualquier actividad típica de nosotros y nuestra perezosa naturaleza, con tal de no verme sometido bajo sus designios y peticiones, al menos no todo el tiempo, dada la imposibilidad de una sublevación completa. Y vi también que el hecho de deambular para escapar al ruido de los sermones también lo he hecho posible dentro de mi casa, cuando pienso en las largas horas de distracciones algo alienadas que me ha brindado la red de redes a través de una pantalla, un teclado y un ratón cada vez más desgastados, o en los deliciosos siglos de siestas excesivas, que mi cerebro ha gozado como si se tratara de un festín del reposo, o incluso en los no pocos momentos en los que mi mente comienza, ella sola, a divagar y a pasear por quién sabe dónde, mientras mi cuerpo está tumbado en mi cama, enterado apenas de lo que sucede...

Teniendo ya una pequeña aunque suficiente ampliación conceptual acerca de la vagancia, y como poco me interesa a estas alturas conocer datos de vagos ilustres, costumbres de vagos alrededor del mundo y cómo pertenecer a tan carismática cofradía, pensé luego en que, así como hay características comunes entre mi condición de vago y la de tantos otros que pululan en cualquier parte, debe haber características mías, aspectos personales de mi vivencia haragana que no comparto con nadie, en otras palabras, mi sello personal. Y pensé entonces en la conciencia plena que tengo de mi estatus de perezoso; que, sabiendo y teniendo de igual modo conciencia de que hay muchos vagos que con su inactividad hacen más daño del que podrían evitar haciendo algo, no por ello pienso dejar por mí mismo mi ociosidad, dejando el final a la emergente posibilidad de un trabajo inaplazable; que son muchas las cosas que puedo hacer mientras pueda fungir de vago —pues un buen vago es de todos modos un ser que actúa, así sea en actividades que impliquen un esfuerzo mínimo, una parsimonia en los movimientos y una obsesión por los oficios hedonistas—; en el orgullo que siento al saber que (casi) nada de lo que hago es productivo y que poco o ningún provecho económico se le podría sacar a eso; y que, entre otras cosas, ser vago para mí es relajarme frente al mundo, para poder hacerle saber que hay momentos en los que él me importa un condenado sabañón, y que, en ejercicio de mi libertad y para demostrarle mi postura, puedo realizar el simbólico acto de sentarme con saña en un sillón y mirar al techo blanco hasta quedarme dormido.

Es posible que todo lo que tomo por único de mi personalidad vaga no sea exclusivo de mi persona. De hecho, es posible que a pesar de mis esfuerzos, siga siendo yo un vago del montón. Y es posible aun que este hecho posible no sea posible sino que en realidad así sea. Ante esta amenazante (y redundante) posibilidad de un hecho posible, solo doy una respuesta, para luego irme: Si es así, pues ¡Qué pereza!, más bien no jodamos más y vámonos a dormir.

*Bagatelas... no se por qué dije esto. Ahora ya no lo siento así... muchas veces he perdido buenos momentos de escritura por no prestar atención a esas "bagatelas", que muchas veces esconden pistas que ayudan a comprender aspectos muy importantes de la vida, o que así no escondan nada son bellas y dignas de ser recuperadas y transformadas... debo ser menos testarudo y más... atento. (agregado el 05 de septiembre de 2013)

domingo, 25 de octubre de 2009

Ibagué viva

Veo con buenos ojos la ola inesperada de actividades culturales que se han realizado en la ciudad de Ibagué. Hace mucho tiempo (por no decir nunca) que no se llevaba a cabo una programación cultural tan rica y variada en un mismo mes. Debo decir que los habitantes de la ciudad tenemos que sentirnos agradecidos, pues solamente entre septiembre y octubre tuvimos: teatro, guitara clásica, cine, jazz y poesía. Es probable que no sea más que una casualidad de planeación o una conspiración artística dada al azar, por lo cual no sé si debamos ilusionarnos; pero de lo que si estoy seguro es que la gente en la ciudad ha empezado a darse cuenta que solo por medio de la gestión, de moverse de un lado para otro y de construir por su propia cuenta se puede obtener los resultados. Por lo general la gente espera a que las cosas se den solas o por ayudas mágicas del estado, sin embargo esto está cambiando; la gente empieza a entender que este es el último paso, previamente se deben desarrollar y soñar las propuestas, lo demás llegara por añadidura.

Ojala que entre todos los amantes del arte sigamos construyendo propuestas y lo más importante trabajando JUNTOS, pues la envidia que en ocasiones nos caracteriza solo produce que nos caigamos todos, que nos caigamos en un atraso cultural que nos ha costado bastante y que solo ahora, después de tanto años empieza a dejar ver sus primeros rayos de esperanza.

No solo el gobierno tiene la obligación con nosotros de proveernos actividades de desarrollo y enriquecimiento cultural, en estos tiempos donde no se puede esperar mucho al respecto es menester de los ciudadanos civiles apersonarse de la causa y brindar oportunidades culturales no solamente para sí, sino también para los demás interesados.

No siendo más por el momento brindo por la cultura y el despertar de muchos Ibaguereños que no solo crean espacios si no que los disfrutan y promueven, ¡salud!

Me gusta/No me gusta II

He aquí una nueva entrega de cosas que me agradan y me desagradan. La anterior entrega la consiguen aquí. Espero que no les importe ni les moleste el hecho de que poco me importará si encuentran este ejercicio pueril, cursilero y poco funcional, y si por el contrario lo hallan agradable y divertido, espero que sepan que, aunque halagado, tampoco me importará mucho. Vamos, es que hay que nivelar respuestas entre las reacciones de los que se atrevan a leernos, ¿No?, pues como quieran, jijunas.


- Nunca me ha gustado cuando la frente me pica y me dan esas ganas incómodas de rascarme. Haya calor o frío en el ambiente, parece que a la rasquiña no le importa, pues aparece y se mete entre las comisuras de mi frente en el momento que a ella le plazca; cuando eso pasa, tengo que ir al baño y lavarme la frente con mucho jabón, y a veces eso no es suficiente, y me irrito y me pongo de un humor pesado... hasta que se me pasa, ya muy tarde en la noche. Menuda porquería.

- Cuando era niño e íbamos a una finca, recuerdo que a veces nos poníamos a llenar un vaso de plástico con agua, lo introducíamos en el congelador y esperábamos a que el agua se congelara; luego nos gustaba agarrar el bloque de hielo que resultaba y quebrarlo contra una roca cercana, primero como un todo, y luego los fragmentos. Una delicia.

- También de niño (incluso en mi actualidad), en la misma finca, me gustaba coger las guayabas podridas o dañadas y lanzarlas con fuerza contra una roca o un tronco; ver cómo se aplastaban y estallaban era algo divertido, como pocas cosas en la vida.

- Una más de cuando era pequeño: cuando era la hora de dormir, me gustaba tragar un poco de la crema dental para niños que acostumbraban comprarnos... era una crema dulce, con chispitas brillantes y atractivas al paladar, y me dejaba una sensación muy fresca en la garganta. Dudo que, con una crema tan peligrosamente deliciosa, fuera yo el único que lo hiciera.

- Cuando era niño no me gustaba que, en épocas de calor, mi saliva adquiriera un sabor extraño, desagradable, como si fuera un indicio de que me fuera a enfermar próximamente. Ni escupiéndola ni tratando de disfrazar el sabor con gaseosa de naranja, la saliva dejaba de saberme mal, y solo luego de un par de horas se me quitaba, o tal vez lo olvidaba y no lo notaba más. Es una de esas sensaciones que no se pueden describir pero que no son, ni en lo más mínimo, placenteras.

- De niño tampoco me gustaba el tufo de aguardiente que se desprendía de la boca de mis familiares en época de fiestas decembrinas... realmente el tufo en sí no me desagrada, pero sí el de ellos específicamente. Nada personal; digamos que era un olor más fuerte, peor mezclado que otros, o tal vez las circunstancias que acompañaban esa percepción ayudaron a mi real desagrado, no se, no lo averiguaré.

- Y una última por hoy: de niño no me gustaba, y no me gusta hoy, dormir sabiendo que las puertas del armario (o del clóset, como se le llame en la región de la que cada quien sea oriundo) de mi habitación están abiertas. Siempre que voy a dormir debo cerrarlas, pues para agravar más las cosas mi armario está justo enfrente de mi cama, y ahora que son corredizas y hacen mucho ruido cuando las cierro, la experiencia de cerrarlas a las dos de la mañana es algo que poco recomendaría. Lo curioso es que tal manía solo ocurre en mi habitación, pues si me encuentro durmiendo en otro lugar, difícilmente me sentiré incómodo si veo que las puertas del armario quedaron abiertas. Ojalá siga siendo así, no quisiera extender mi incómodo asunto a otros rincones de la tierra...

Teatro orquesta

El arribo al teatro se hizo dentro de los estándares de puntualidad marcados en cualquier manual de urbanidad; Media hora antes. Sin embargo la fila ya hacia palidecer cualquier intento por ingresar temprano y tomar buenos puestos (adelante y en el centro). Por lo cual mis amigos y yo recurrimos a las estratagemas típicas de todo buen colombiano; pasearse por la extensa fila intentando hallar algún conocido que nos permitiera colar. En esta ocasión tuvimos éxito, no solo logramos entrar temprano, pues los organizadores se apiadaron debido a las gotas que caían y anunciaban el diluvio (que nunca llego)si no que tomamos buenos puestos(adelante y en el centro).

Adentro todo empezó con una advertencia de comportamiento que me hizo suponer que los días anteriores la gente no se había comportado del todo bien, el hombre que nos pidió compostura lamento que se hicieran cosas como risas desafortunadas, murmullos, sonidos de celulares y sonidos de las sillas que sonaban bruscamente cuando la gente se levantaba.

Luego del sincero discurso de aquel preocupado sujeto, el recinto quedo a oscuras y el colectivo de la universidad de Caldas inicio su montaje “la muchacha de los libros usados” donde todos pudimos ver la perdida de la inocencia femenina con ayuda de las fuerzas militares y la crudeza de los valores machistas cultivados en nuestra país, incluso en estos tiempo de seguridad democrática.

En medio de la función pude notar cómo se volvían hechos todas las advertencias escuchadas minutos antes por el presentador, las risas aisladas que rompían el silencio hicieron presencia, los diversos sonidos de celulares se les unieron, pronto también los ruidos de las sillas y por último las toces colectivas. Todo se torno una orquesta disonante que “animó”aun más la dramática obra, los shh no tardaron en aparecer y la velada estuvo terminada.

Aunque los fuertes aplausos y la ovación hacia los actores opacaron lo ocurrido, la pena ajena que tuvimos los que valoramos el silencio y el respeto, fue monumental, y me ronda la pregunta, que tan preparado esta el pueblo ibaguereño para el arte o mejor en este caso el teatro? Tanto que lo pedimos y sin embargo… Pocos de los menos insulsos mortales fueron, dicha y pesar.

viernes, 16 de octubre de 2009

Comentario (un tanto fallido) a la entrada 'Abulia bloggeriana'

Amigo Heroedeleyenda:

Una razón por la que adoro participar en Durazno Rojo (y por la que adoro los blogs en general, al menos los personales y los no oficiales) es la posibilidad de hacer digitalmente lo que nos venga en gana, teniendo en cuenta, para bien y para mal, que de todos modos siempre existirán tópicos que será preciso no tocar nunca (tópicos cuya mención de titulajes tampoco voy a hacer aquí, precisamente porque no quiero hacerla). Como el ser sapo dentro del blog no es uno de aquellos temas censurables, seré una especie de batracio en esta ocasión. Espero que no le moleste... bueno, a pesar de que no me importe mucho en estos momentos.

Ahí va el primer lol.

Ya llevamos un par de meses jodiendo con este blog. Y a pesar de que en el mundo de los blogs tal cantidad de tiempo no es nada -pero nada de nadita de nada-, percibo que hemos realizado más de lo que esperábamos. Veo en Durazno Rojo una de esas ideas que sí se vieron y se materializaron, que no se quedaron en nuestras cabezas, como sí ha pasado con muchas, muchas otras, condenadas a la flojera y al olvido luego de haber perdido la capa de brillo de la novedad. Eso ha sido bueno. Por eso no hemos de flojear, o hemos de hacerlo, teniendo en cuenta que hacerlo en demasía supondrá una descoyuntura de recursos que... uhmmm, mejor dejo esto para otro momento, tengo mucho sueño, lo admito. Disculpe por haber escrito algo que a la larga fue como decir nada. Pero tranquilo: espere, espere un par de entradas, y verá lo que es bueno, joven.

Aquí cabe un segundo lol.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Abulia bloggeriana

Sin poder aun superar algunas cosas “nimias” de la actualidad nacional, como la derrota política de Carlos Gaviria y ahora la deportiva de nuestra selección de futbol. Estos últimos días ando divagando sobre la capacidad de asimilación, acomodación y ejecución de muchos Colombianos que no logran generar un análisis respecto a nuestros errores y sus posibles correcciones. Todo esto me llevó a reflexionar también sobre el papel que tiene o debería tener este blog en mi vida.

Hace poco he sido consciente que algunas de las últimas entradas que he subido han sido escritas sin mucho entusiasmo (excluyo pensamientos inconexos…), esto no quiere decir que no sean sinceras y reflejen parte de lo que es mi vida; solo quiero decir que no he puesto en ellas todo el entusiasmo con que inicie el blog junto a nuestro querido amigo frailejón desnudo (o como sea que esté ahora). No he gastado en estas entradas horas de revisión y de divagación como desearía. La verdad, en muchas ocasiones las diferentes obligaciones de adulto que debo asumir por raticos me abruman tanto, que me es imposible conservar en la cabeza la idea: bueno, me sentaré, ahora sí, con una deliciosa Coca-Cola, o quizás una copa de vino o un poco de mate, y escribiré la entrada de esta semana para el blog, no eso no pasa; la cosa transcurre más como por este estilo: juemadre tengo plazo hasta mañana para escribir la entrada, que escribo? Mnn bueno podría ser sobre esto, ooo sobre esto, bueno listo me sentare a escribir… qué hora es???, uyy me cogió la tarde debo trabajar mejor la escribo mañana.

En realidad la vida de los que tenemos que trabajar para poder funcionar en el sistema es de mucha angustia, o no, mejor dicho hablo por mí mismo, esta vida de trabajo duro y bien intencionado me impide contar con la tranquilidad que necesito para poder escribir con toda la disposición que deseo.

Espero que los tres queridos seguidores del blog, o alguno que otro lector secreto tengan un poco de paciencia conmigo y mis desesperos, yo tratare de tomar con calma mis preocupaciones sobre el asunto y como no existen formulas mágicas… amanecerá y veremos, eso sí, espero que no me pase lo que le pasó al ciego…

domingo, 11 de octubre de 2009

Me gusta/No me gusta I

Hace poco vimos con mi hermano un cortometraje del director de Amélie. La idea del corto es deliciosa: un personaje nos cuenta algunas de las cosas que le gustan y le disgustan, desde las más triviales hasta algunas un tanto más trascendentales y medio mamertas; lo más interesante es que todo esto va aderezado con imágenes muy creativas que retratan estos gustos y disgustos. No tengo muchos ánimos de comentar más elementos del film aparte de que me ha dejado una buena idea, así que dejo aquí Foutaises para aquel que quiera verla.

Ejem...

No es necesario ser un genio laureado para darse cuenta de que en este párrafo quiero hablar, precisamente, de la idea que me dejó
Foutaises, y de que esa intención se deja ver al final del párrafo que acabamos de dejar... En fin, se que no es nada, nada, pero Nada original, pero mi idea consiste en mencionar en esta entrada (y en otras) cosas que me gusten y que no me gusten, las que más pueda, con un breve porqué de cada una, y listo. No espero encontrar a quien le importe saber cosas nimias de mi vida, pero puede ser para mí un buen ejercicio. Solo un breve cambio: solo haré mención de aspectos triviales, tontos y extravagantes, es decir, aspectos que valen la pena en la vida... Sin más demoras, comienzo.

- Me gusta
tener las manos limpias y con buen olor, y me gusta más cuando las uñas se sienten tan suaves que las froto contra mi labio inferior. Ahh, es tan suave...

- Cuando mis orejas están calientes,
Me gusta usar un vaso con algún líquido frío para ponerlo sobre cada una y así sentir un alivio bendito...

- No me gusta
el olor de mis manos después de haberme agarrado de un pasamanos de hierro. El olor puede perdurar horas si no me lavo a conciencia las manos...

- Tampoco me gusta cuando escribo en el teclado y oprimo la tecla "ñ" en vez de la de tilde... ¿Televisiñon? ¿Barrabñas? Odio tener que devolverme y corregir tan tonto error...

- Me gusta
el olor de las revistas nuevas... cada vez que me llega El Malpensante discuto con mi hermano por el honor de quitarle el plástico protector y olfatearla primero, y como si de un canuto se tratara, nos vamos pasando la revista en turnos, cambiando las hojas en busca de la extraña y escasa fragancia, hasta que el olor a nuevo se acaba.

- No me gusta cuando hace calor y me suda la parte donde se une el brazo con el antebrazo (y no es el codo, es lo que está al otro lado del codo). Siento el sudor que se pega, y hago ciertas muecas cuando seco con los dedos aquellas zonas. No es algo asqueroso, pero sí muy incómodo...

- Me gusta estar escuchando alguna pista en algún reproductor de Mp3 en una ruta de bus, y que ésta se termine justo cuando llego a mi destino y me voy bajando. El júbilo es mayor si el final coincide con la llegada de mis pies al suelo y soy consciente de ello...

- Me gusta hacer segundas y terceras partes de las cosas, como con esta entrada.

En entradas siguientes pensaré en más gustos y disgustos.

domingo, 4 de octubre de 2009

Pensamientos conexos e inconexos sobre una entrega de con-fabulación

Sin reponerme del todo del fuerte golpe ocasionado por el propio pueblo Colombiano a sus intereses en las consultas del oscuro 27 de septiembre pasado, decidí buscar un poco de cultura en el último número del siempre interesante periódico virtual Con-fabulación. Su primera entrada, llamada la dictadura de la democracia, era una dura crítica al pueblo Colombiano sobre su poca capacidad para percibir sus errores cometidos en el pasado y su ingenuidad para seguir haciéndolos en el futuro, entendí que no podía callar mi opinión sobre el tema y decidí escribirla. Un pueblo manchado por la corrupción las injusticias y las venias del gobierno a golpes contra sus propios ciudadanos es santificado y acompañado por el vulgo hasta las últimas inconsecuencias.

Los resultados obtenidos en las consultas internas dejan claramente un absoluto ganador y un definitivo perdedor. Por un lado, el gran ganador de las pobres votaciones fue el gobierno y su chequito de “nobles” que sepultaron cualquier posibilidad de que la democracia se haga presente en un pueblo manchado de sangre por las guerrillas, por los ciudadanos y por el mismo gobierno. El gran perdedor, el pueblo que cegado por su ignorancia y poca capacidad de ver más allá de los ladrillos y mercados destinó más de lo mismo por lo menos durante los próximos ocho años.

Mientras los grandes emporios nacionales debaten que candidato será el que apoyaran (a pesar de que todos los partidos defienden el “mismo” plan de gobierno pero no quien será cabeza), el pueblo incentivado por los medios de comunicación manipulados por las elites, critica y desprestigia a artistas como la cubana Tania Bruguera que con su performance expuesto en la Universidad Nacional en donde rotó líneas de cocaína por el auditorio; puso frente al país la realidad que escuchamos a diario en las noticias, pero que cuando se trata de tener en las narices todos ignoramos. Con su "arte de conducta", la cubana Bruguera prueba que la legalización dejaría en manos de cada quien la responsabilidad de consumir o no, como ocurre con el alcohol, que es un elixir tan peligroso como la cocaína, el cigarrillo, los autos de lujo y otras drogas legalizadas por las multinacionales. Escribe Eduardo García Aguilar en su artículo de Con-fabulación.

Esperaremos las decisiones de unos pocos, que acatarán muchos y nos afectarán a todos.