sábado, 27 de febrero de 2010

Microdiálogo con dolor de garganta

- Mire que usted a veces me sorprende. O no a veces, más bien casi con frecuencia, la frecuencia que uno esperaría de alguien como usted. Verá... es como si algún modo se las arreglara para que uno no pueda predecir un gesto o un comentario suyo, y cómo no, es fácil cuando no se conocen datos sobre su pasado o algo suyo: en cuanto uno se pone a pensar en sus actos y sus palabras, sólo ve en el proceso puros recuerdos ambiguos y poco ortodoxos, como si uno los sacara de una tómbola para jugar bingo o algo parecido. Entonces con usted pasa eso, que es casi que impredecible; y aunque lo que le estoy diciendo puede sonar a halago, creame que no siempre lo es. Por lo general ese azar que usted maneja no es del todo agradable, porque creame, a veces no se qué esperar de usted... y si es capaz de salir con cualquier cosa, pues ¡Cualquier cosa puedo esperar de usted entonces, sea buena, mala o medieval! Mejor dicho, más que una tómbola, usted, sin ánimos de ofensa ni acribille, se asemeja a una ruleta rusa, y los porqués se los quedo debiendo, por aquello de no herir susceptibilidades ni hacer un mal manejo de elementos volátiles, lease su temperamento... Bueno... por fortuna hay momentos, aunque no muy extensos de hecho, en los que puedo anticipar, predecir y hasta controlar comportamientos suyos... y momentos como ésos son los que yo aprovecho, como éste del presente que compartimos, en el que se con seguridad la forma más probable de reacción de parte suya luego de lo que estuve comentando...

- ¿Ah, sí? ¿Puedo saber de qué forma espera que yo reaccione a lo que comenta usted de mí, príncipe de nada?

- Pues de la forma en la que usted acaba de reaccionar, de ésa y no de otra.

- Si espera que yo crea esa insulsa palabrería, veré que le...

- No necesita sulfurarse compadruelo, la cosa es más sencilla de lo que usted cree. Simplemente esperaba a que usted reaccionara ante lo que he comentado, sin importar la manera en la que dirija su reacción. O sea, yo sabía que usted iba a decir cualquier cosa después de mí. Nada menos, nada más.

- ¿Y a eso le llama usted 'controlar' mis comportamientos? ¿Esperar a que yo responda a lo que usted dice? ¿Realmente esa es su forma de control sobre mí persona, realmente es eso? Y por si acaso, tiene usted algún creativo nombre para denominar a tan maquiavélica y terrorible forma de control y poder sobre mí y el resto de los mortales, sucio engendro resbaloso?

- Sí, Míster Sarcasmus, a eso le llamo 'iniciar una conversación'. Y a lo que usted hizo le llamo 'seguir una conversación'.

- Ah.

- Jejeje... Lo dicho, dicho es, y combinando: Usted es una Tómbola Rusa.

lunes, 22 de febrero de 2010

Libros libres y libros de otros

Hace algún tiempo, he venido mirando con preocupación la forma tan desorganizada y más bien intuitiva con la que me he acercado a los libros ¡pero si es que tengo muchos títulos en mi biblioteca esperando ser leídos! Y algunos otros que ni siquiera he destapado. Sin embargo cada vez que salgo a encontrarme con mis amigos o a la tertulia, de la cual quizás después hablare, regreso por lo menos con un libro que por extraño que parezca, la mayoría de las veces, devoro sin piedad. Si, en cambio los que tengo en mi casa no se dejan leer, o yo no me dejo atrapar, y cuando los inicio termino siendo infiel a todos. Cada día me dan ganas de leer algo diferente y cumplo mis anhelos sin pensarlo dos veces, he tenido ocasiones donde sobre mi mesa de noche, que son cojines, logro contar hasta más de siete títulos. ¡Caramba! Que desorganizado soy con mis prioridades de lectura.

Un amigo me dijo que así era mejor, que los libros propios deben estar allí en los instantes hasta una temporada de invierno donde todo propicie a la lectura, eso sería muy delicioso y romántico (en el sentido literario) pero aquí que invierno ni que carajos. Por ahora me contento con saber que estoy leyendo, quizás el azar de la vida ponga enfrente de ti lo que necesitas comprender o quizás; simplemente me apasiona leer lo que no puedo tener, vaya uno a saber que videos inconscientes o descarados rodean mis pulsiones.

viernes, 19 de febrero de 2010

Pensamientos Flojos VII - Reflexión recalcitrante

Creo que llevo aproximadamente 5 años tocado por la experiencia bloguera. 5 años siguiendo blogs de diversas naturalezas, investigando sobre las mejores formas de gestionar y administrar blogs, comentando entradas, admirando blogs hermosos en su forma y divertidos en su fondo, perdiendo y ganando tiempo saltando de link en link recomendado, descargando gigabytes de música de los enlaces que ofrecen aquellos bloggers que se dedican a ello, elogiando la límpida escritura de unos, estallando del desespero ante los horrores escritos de otros, conociendo gadgets inusuales y extravagantes, recordando, olvidando, reciclando, y muchos otros gerundios que me llevaron, en un momento dado, a abrir mi bitácora en la atarraya, un puntito de sal entre tanta mina blanca, pero mi puntito por lo menos... o dos puntitos, para ser exactos. Y en aproximadamente 5 años de blogueo, esos dos puntitos de nada han sido la herramienta más flexible y capacitadora de mi contradictoria pasión por escribir.

Ahora, luego de la necesaria mirada hacia atrás, noto que en todo este tiempo ha nacido y se ha consolidado una obsesión, que se me presenta en forma de pregunta, que es y sigue siendo la misma, a pesar de las múltiples formas que ha tomado este interrogante y las múltiples tentativas de rancia respuesta a éste: ¿Por qué hijueputas siento y continúo experimentando tanta frustración al escribir, a pesar de que se y declaro que me gusta hacerlo? Y si he de agregarle algo más, diría que también me ronda por la mente la pregunta de si es posible que en algún momento de escritura, dominando o dominado aun por el sutil sufrimiento del derramamiento incipiente y de letras, suelte mis manos y mis impulsos eléctricos lo suficiente como para generar hordas furiosas de frases y tribus de párrafos, dispuestos a dar la vida en la lucha por la lucidez, la claridad y la delicia lectora, en sucesivas batallas de redacción y corrección aguerrida... ¿Será posible?

Entonces a veces pienso que (carajo, eso he hecho también en este lustro, pensar y pensar, en desorden y sin cautelas) tal vez sea posible que esa pregunta (o serie interminable de preguntas, no pierdo nada con decirlo) no se deje reconocer nunca en una respuesta definitiva; y esto, lejos de ser una dificultad, resulta ser una ventaja y un privilegio, pues así puedo conservar perpetua la obsesión requerida para continuar infestando la atarraya con mis combinaciones de las 28 letras de mi alfabeto de nacimiento con el mismo tema, a pesar de (o también gracias a) el sentimiento de frustración y la sensación de sufrimiento y vacíos incómodos, que aparecen cuando me dedico a lo que me da dolor y vida al mismo tiempo, que no es otra cosa que el acto de tener dispuesta para la existencia lo que pueda salir escrito de mis manos hacia un papel o hacia una pantalla. Con 5 años vagabundeando por las comunidades blogueras y buscándome todavía entre tantas filigranas literarias, tengo al menos la certeza de que si eso es así, podré ser feliz con mi no-satisfacción. Y si no, sabré que buscaré otro dolor y razón de escritura, para continuar con mi descarado acto de fe, mi costal de vago relleno de pesadas pendejadas, mi botella con agua a punto de agotarse.

Así es como, por ahora, vuelvo a contentarme a mí mismo (valga la redundancia). Ojalá me dure.



Unos apuntes sobre el anterior pensamiento flojo

Quizá esto esa una muestra de que a veces sí suele afectarme lo que piense el otro (o el Otro, para ser más sesudos, por joder no más), y luego de aceptarlo, pido que ojalá no se me mire feo por ahí sólo por el hecho de que haya dejado pasar varias ideas percibidas o me esté poniendo un tanto reiterativo con aquello de mi ambigua relación con la escritura, en ese texto que acabamos de pasar. Con sencilla certeza digo en mi defensa que es parte del proceso que he aprovechar de mi bella o b s e s i ó n , y no digo ya nada más. O bueno, sí: la imagen la saqué de aquí.

lunes, 15 de febrero de 2010

Sobre el misterio de la bufanda


Creo que a estas alturas no tengo más opción que confesar lo que ha ocurrido. A pesar de que le he dado vueltas y vueltas al asunto, buscando y rebuscando en diferentes lugares todos los esfuerzos han sido nulos. Si, lo confesare: la negra, hermosa y querida bufanda que un amigo me regalo con el mayor de los gustos en su momento se me ha extraviado. Y es que recuerdo el último día que la vi, la puse dentro de mi mochila y emprendí la aventura hacia alguna de las calles de la ciudad, ahora mismo no recuerdo mi rumbo.


Pero quizás ese día la traje a casa y la bote otro, ¿Cómo saberlo? Difícil, entre locura y locura que corre por mi vida no puedo recordar donde la habré dejado o donde la perdí; es mas no sé si junto con la bufanda perdí alguna cosa más. Si, es que con mi cabeza es difícil saberlo, Quizás el tiempo lo dirá, o mejor seamos realistas, lo más probable es que nunca lo sepa.


Jumm, esto de la escritura realmente es un elemento de orden mental muy impresionante mientras escribo esto se me ha venido un recuerdo a la cabeza, quizás se la preste a un amigo en una noche fría y lúgubre como pocas aquí en Ibagué. Ahora es cuestión de preguntarle, salir de la duda.


Aunque quizás sea un recuerdo falso, o mejor incompleto, de esos que construyes con partes de eventos de tu vida a los cuales la memoria o el tiempo les han borrado una parte y tú necesitas completar para poder vivir con relativa tranquilidad. En fin ya no se que mas escribir creo que estoy siendo víctima de los juegos de la memoria, que vaina, dejar que las cosas sigan fluyendo, a lo mejor todo lo que se me viene a la cabeza sea tan solo un poco de verdad y mucho de ficción o viceversa, mejor no escribiré mas.

sábado, 13 de febrero de 2010

Quejas tontas y algo de rap

- Carajo, como siempre nunca se cómo comenzar un entrada. De verdad que si pudiera saldría a la calle y le pagaría a algún parroquiano para que me fabricara introducciones a mis entradas, encargándole que, además, se cuidara de los lugares comunes, el desorden temático y las pretensiones futiles. Pero como no dispongo de ese parroquiano infeliz para tales labores, tengo que comenzar mis entradas yo mismo, con todo el sufrimiento que para mi ello implica. Carajo...

- Carajo, escribir aquí muchas veces es incómodo. Y no lo digo por el blog como tal, ni por los pocos lectores, ni por la insuficiencia de concentración, aunque también es un problema un tanto peludo. Sencillamente es algo que está relacionado con la parte interna del blog, la parte en la que deposito las letras, ese cajoncito minúsculo y despreciable, que hace que a veces publicar entradas sea un viacrucis. Debo admitir que soy meticuloso a la hora de redactar, corregir y pulir lo que escribo, y aunque eso no es garantía total de una entrada excelente, trato mucho de que así lo sea. Y ese cajoncito inmundo, ese maldito cajoncito de porquería, me hace estrellar... de este tema tendré algo en mi otro blog, asi que pronto dejaré un link para seguirme explayando en esta queja. No lo prometo, pero afirmo mi compromiso, carajo*...

- Carajo, estoy cansado de usar tanto la palabra carajo. Se me está convirtiendo en mi muletilla, en mi palabrita preferida al momento de echar maldiciones, una especie de complemento cuando no sé cómo terminar o comenzar una frase. Porque más que iniciar una entrada, para mí en ocasiones es muy difícil iniciar la primera frase, así esto no me lo crean. Y esto me lleva a la conclusión de que en ocasiones también es difícil para mí escribir como tal. Se que lo he dicho antes, pero escribir me hace sufrir, y si sigo escribiendo es porque en el fondo se que necesito hacerlo. Por eso uso mi carajo, para seguir escribiendo y seguir con vida, carajo.

- Carajo,
a estas bajuras
estoy escribiendo basuras.
Lleno de dudas seguras,
maduras,
dejaré mis escrituras,
y sus duras
estructuras
que parecen dictaduras
de conciencias de costuras
sin ternuras,
con ranuras
de tremendas usuras,
carajo.

(Creo que ésta ha sido mi peor entrada hasta ahora, y por alguna razón eso me hace gracia...)




*Actualización: Ahh, casi lo olvido... dejo puesto el enlace a mi entrada contra la cajita, como había dicho.

domingo, 7 de febrero de 2010

En el cuento de los cuentos



En mi corta "carrera" como lector, la mayoría de las veces siempre me encontraba frente a una novela, a pesar de que nunca he pensado en sentarme a escribir una. Cosa paradójica porque cuento, que es lo que intento escribir, leía poco. Esto lo atribuyo un poco a mi mala memoria, que en más de una ocasión, me ha hecho malas pasadas. Por eso prefiero la novela, porque por poseer una única trama me permite enfocarme mucho más y evitar el olvido, como ocurre cuando lees cuentos, que al ser varios, muchos se pierden definitivamente en la parte más empolvada de la memoria.

Sin embargo en esta nueva temporada de mi vida, con otros retos y otras posibilidades, he tratado de solventar ese fallo y he iniciado una larga compensación para con los cuentos, experiencia que, debo ser sincero, ha sido muy exitosa para mí. No solo he descubierto grandes maestros latinoamericanos, si no que he logrado amenazar con mi fuerza de voluntad al que quiere que mis recuerdos no sean más que olvidos.

Ahora mismo leo una antología de cuentos, la cual considero de muy alto valor, y que seguramente mencionare en futuras entradas; por ahora solo resta decir que el cuento de los cuentos cada vez me aporta más como individuo y nutre mis mas escondidas canalladas, que con un poco de calma y técnica podrán salir a la luz en un futuro, quizás no tan lejano.