martes, 22 de marzo de 2011

Un viejo recuerdo

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Siempre quise conocer a Ana, tomábamos el mismo bus para ir al colegio y sin embargo poco sabia de ella: Vivía en el barrio de enfrente, pero parecía no salir mucho y menos frecuentar la gente del barrio. Pero con frecuencia la veía pasar por enfrente de mi casa, aun en uniforme, con sus amigas.
El punto de inflexión estaba por allí, planeé todo tipo de artimañas para ganarme el cariño de quienes días atrás eran mi objeto de burla entre clases. El salón de once dos, grado al que pertenecían, estaba a tres puertas del mío, así que me era fácil convertir el tiempo que tenia para sabotearlas, en tiempo para darles pequeños chocolates y sacarles enormes sonrisas. Todo parecía andar bien hasta que una tarde Ana se acercó a mí. Me miró fijamente, y sin dejarme salir de la ilusión volteó mi cara de una cachetada que aun hoy me acaricia el rostro.
-Creí que eras más hombrecito, esas fueron las primeras palabras que Ana me dirigió en su vida. A pesar de la vergüenza pública y el dolor, quedé contento, pues sus palabras nos asociaban en el pasado; Ana sabía desde antes que yo existía.
Poco tiempo después supe el motivo de su ataque, Ana se enteró que yo estaba “coqueteando” con varias de sus amigas hasta el punto de llevarles chocolates, y ella en su sentido de amistad, “intuyó” como más tarde me lo explicaría que yo era un perro desesperado en busca de presas vulnerables.
 A pesar de todo lo que esa primera, y por fortuna, única cachetada abriría entre Ana y yo, nunca pude olvidar esa primera imagen durante los trayectos al colegio: Ana de espaldas, sentada un par de asientos delante mío (me las arreglaba para que siempre fuera así), con su cabello claro aun húmedo, sus zapatos sin amarrar, sus lentes police y sus  enormes audífonos. Creo que siempre se me antojo en las nubes, perdida en sus corcheas, en alguna parte de su galaxia. Eso me enamoró de Ana.
Resuelto a aclarar la situación y dejando de un lado mis opiniones sobre las cartas me senté y escribí la primera de muchas que le escribiría. Ya poco recuerdo lo que le dije, pero jamás olvidaré el primer párrafo:
Ana, esos bellos ojos verdes que tantas veces he intentado dibujar empiezan a apestar sin mí.
Esa ridícula frase, la llevo a hablarme al poco tiempo.
Ana y yo estuvimos saliendo juntos casi todo su ultimo año en el Tolimense,  aunque nos encargamos de que pocos lo supieran.
Creo que lo que más nos unió fue el amor por la música, el sonido repetitivo de los acordes de  stratovarius y las tardes de cine y  Pizza en su apartamento.
Después de graduarse, Ana viajó a Estados Unidos para continuar sus estudios, esta vez cerca de su padre. Poco tiempo después de su partida compre mi primer mp3s, y mi primer juego de audífonos de calidad; nunca más abandoné mi casa sin tener música. No tuve esa misma suerte con Ana, nuestra comunicación se fue destiñendo con  el paso de los meses hasta que finalmente desapareció.
Aun hoy en día, cuando veo una mujer con lentes oscuros y enormes audífonos mi primer recuerdo es el de Ana.


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sábado, 5 de marzo de 2011

Lluvia en el corazón (...)

Hoy es día de lluvia. No lo dicen las noticias ni el periódico, las nubes no se muestran grises y hay sol de verano y la gente no lleva paraguas y camina feliz por los parques, con sus gafas oscuras y su sonrisa festiva. Pero llueve. Llueve en mi corazón, llueve en mi alma, llueve en mi mente. Llueve y llueve sin parar. Llueve sin que lo anuncien las noticias, sin que lo sospechen las nubes, sin que se enteren de ella los alegres veraneantes. Pero llueve. Llueve dentro de mí, llueve sin agua, sin viento de lluvia, sin frío de lluvia. Pero llueve. Llueve sin importar que nadie lo sepa, llueve sin importar que se inunde poco a poco mi ser, llueve sin poder saber nada de esta lluvia, lluvia que no moja, pero que duele. Porque no se sabe el porqué de esta lluvia, ni el cómo de esta lluvia, ni el cuándo ni el cuánto. Sólo se sabe que llueve. Y que duele. Por eso hoy es día de lluvia.

Porque llueve.















- ¿Ya se fue?


- Espere…


- Uhmmm…


- Un momento, espere, espere…


- ¿Ya?

-Un poco más, un poco… parece que ya.

- Uff… viejo, pero qué texto tan espantoso.

- Cómo, ¿Le parece?

- Claro viejo, es muy malo. ¿O es que a usted…?


- ¡Hombre, lógico que también, es un texto horrible, malísimo! Carajo, no me crea tan idiota.


- Está bien, no se enoje… pero sí, que vaina tan mala.


- Sí, muy mala, pero mucho muy mala.


- De las peores cosas que le hemos visto hasta ahora, ¿No?


- De verdad que sí. No recuerdo algo tan malo…


- ¿Será que tantos meses de ausencia le hicieron daño? Porque permítame decir que esto es un fiasco, un gran fiasco…


- Sí, ¡Carajo de los carajos! menudo… menudo fiasco, sí…


- Sí, ¡Es un Fiasco fiascoso! Desde el título ya veía venir la catástrofe. Parece el título de una pésima balada, de ésas que rotan en las radios muchas veces para ver si pega, y cuya letra es tan estúpida que la gente termina por aprenderla sin que tenga la menor intención de memorizarla... Y luego esa caravana de lugares comunes, puestos ahí no más, como sin ganas ni ánimo, como calcando una formulita, ¿No? De verdad que provoca luego darle una patada en las manos por haber cometido eso, carajo.


- Sí, sí, no puedo estar más de acuerdo, sí…


- ¿Y qué me dice de la palabra llueve? ¿Sabe cuántas veces la repite? ¡Dieciséis veces! ¡Parece una lluvia de llueves, solo que no mojan, molestan! ¿Acaso no se dio cuenta de lo molesto que es repetir una palabra porque sí, sin una intención clara? Porque no nos engañemos, intención no había. Y si en algún momento la hubo, que backspace me borre si no es cierto, pero no lo logró, ¡Vaya que no lo logró!


- Sí, sí, que desastre, de verdad que sí. Ahora bien…


- “Sí, sí, qué desastre”, “sí, sí, qué malo”, “sí, sí, qué fiasco”, “sí, sí, sí”… ¿Se puede saber qué carajayes pasa?


- ¿Carajayes? Pero si no pasa nada… no entiendo de qué…


- No finja, no sea falso, sí pasa algo y quiero saber qué es.


- Que no pasa nada.


- Que sí.


- Hombre, que no pasa nada, tan solo déjeme…


- ¡Déjese más bien de pendejadas! Desde que comencé a hacer mi crítica abiertamente destructiva acerca de ese trozo de basura que aquel dejó por aquí como si fueran las porquerías que un perro callejero dejó en mitad de un andén, usted no ha dejado de mostrarse condescendiente para con lo que he dicho. Es muy irritante: primero este criminal con su lluvia de llueves y ahora usted con su lluvia de sís, como si se estuviera casando a las carreras, como queriendo salir del paso. Y eso, mi querido compañero, es algo muy molesto y que me tiene muy cabreado. Por eso pregunto, ¿Qué carajayes pasa?


- Pasa que por andar jodiendo con insultos baratos hacia un texto evidentemente malo, no me ha dado un momento para decirle…


- ¿Decirme qué?


- Que no se ha dado cuenta.


- ¿Dado cuenta de qué?


- De que ese texto fue escrito así a propósito.


- ¿Ah, sí? ¿Y se puede saber, Don Deductor Agudo de Misterios, cómo llegó a tan sagaz conclusión?


- No sé, hombre, no sé, pero…


- ¿Cómo así que no sabe? ¿Cuál es su rollo al fin y al cabo? ¿Cuál es su joderencia, ah?


- Pues carajo, insisto en que no se cómo me di cuenta, sencillamente me di cuenta y ya. Sólo cálmese y piense un momento. Analice los textos anteriores y fíjese luego en el último. No es que los otros fueran una mina de excelencias letrísticas, y puede que también fueran textos malos, no sé, pero este último fue demasiado malo como para que aquel no se diera cuenta de ello. Es más, el estilo es diferente a lo que ya le conocíamos… ¿Será que un día despertó diciendo: caramba, hoy me siento cursi y voy a escribir algo cursi para que todos vean lo cursi que me volví en todo el tiempo que no escribí entradas...? ¡No lo creo! Dese cuenta no más, el título vomitivo, los lugares fieramente comunes, la sensiblería pastosa, la repetición aparentemente ingenua y sin sentido de una palabra que fastidia al ojo y al oído si se repite más de cinco veces en tan pocas líneas y sin justificación… detalles que me parecieron, digamos, sospechosos. Y luego, al final, la clave.


- ¿La clave?


- Sí, la clave. O al menos siento que hay algo ahí, como una especie de guiño, cuando pone “Por eso hoy es día de lluvia”. Espacio. “Porque llueve”.


- Pues se trata de una horrible redundancia. ¿Qué clave puede haber?


- Muy simple. Si todo lo anterior parecía sospechoso, esto lo fue aún más. No es que lo esté sobreestimando, pero de verdad no creo que él sea tan bobotazo que no se dé cuenta de la redundancia tan obvia de esa última parte. Hoy es día de lluvia porque llueve. Es tan redundante y tan estúpida que destaca sobre el resto. Si con el texto en sí podría haberse filtrado un charquillo mínimo de duda, que diera la igualmente pequeña posibilidad de pensar que en efecto se le fueron las luces a este infeliz come bytes, con la frase final toda duda se destruye: Todo fue a propósito. Hay una intención tácita, enmascarada, enterrada allí, con una señal en la superficie que insinúa su presencia. ¿Qué querrá él al haber escrito algo así adrede? No sé, pero esto no me gusta.


- Para serle sincero, a mí tampoco. Esto se pone tenebroso. Quizá se trate de un pomplot--


- Complot, se escribe complot…


- ¡No!, pomplot, porque es más retorcido que un complot… es una trampa y quiere que caigamos en ella, porque es… ¡Un extraterrestre de tiempos de la Segunda Guerra Mundial que quiere abducirnos y escudriñar nuestros cuerpos para imitar nuestras figuras y pasar desapercibido y engañarlos a todos para invadirnos y convertirnos en esclavos que bailen mambo por todo el universo hasta el fin de nuestros tiempos!


- Ja, ja, ja… muy gracioso. Aparte del obvio y forzado sarcasmo, sabes bien que sería imposible. No tenemos exactamente lo que podría llamarse cuerpo, es decir… bueno, no importa ahora. No creo que haya nada de tenebroso o de siniestro con todo este rollo, pero sin embargo sigue sin gustarme. Me pone intranquilo…


- Bah, tonterías… suponiendo que aquel haya escrito ese trasto a propósito y con una firme intención, estoy seguro de que debe ser cualquier nimiedad, un ejercicio sin importancia, como los que a él le gustan. Es más, me inclino más por creer que en verdad se le fueron las luces. Digo, algún día tenía que pasar…


En eso te equivocas, remedo de ser.



- ¡¡!!


- ¡¡!!

- Mierda, nos estuvo observando todo el tiempo… ¡Horror! ¡Estamos perdidos! ¿Qué haremos, qué haremos?


Ya deja el sarcasmo, nunca te sale bien. Es obvio que escribí esa porquería de texto a propósito. Es más, me reía de lo estúpido que me iba saliendo. Y cuando lo iba terminando, se me ocurrió que podría dejarlo a la vista de ustedes. Sabía que en algún momento esperarían a que “me fuera” para comenzar a abalanzarse sobre él y destrozarlo como si fuera papel regalo, en especial tú. En ocasiones son tan predecibles…


- Hey, ¿Desde cuándo tanto tuteo? Que yo recuerde no le he dado confianza para ello…


- Carajo, ¡Cállese! no empeore más las cosas…



Pues puedo tutearlos cuando yo quiera; además eso no importa ahora. La cuestión es que hice el texto de esa forma para observar sus reacciones, cómo se desarrollaba su diálogo, qué direcciones tomaba, que forma iba tomando por el camino. Como una especie de experimento, podría decir. Y de alguna forma las cosas salieron como yo esperaba.



- ¿Y qué conclusión saca de todo esto?



Pues que nos hace falta movernos más. A todos. Por ejemplo, mi texto y el título de la entrada, con sus lugares comunes y todo, fueron una invitación a la crítica despiadada, al comentario cínico y desprovisto de buenas intenciones. Mi texto fue creado para ser demolido con saña, con sevicia. O al menos esperaba algún despliegue de ingenio, de exquisita ironía, de chiste fino y lleno de picardía. De algún modo esperaba algo de ustedes. Pero en lugar de eso me encuentro con unos comentarios fofos de tu parte y un diálogo desenvuelto en una forma muy corriente, con varios lugares comunes repartidos entre frases y formas de hablar (como una mezcla entre tono de traducción de algún texto gringo y otro británico, no sé si me entienden); sí, está bien, fue bueno que pudieras descubrir que había algo escondido, lo valoro. Pero con ese giro esperaba más juego de ustedes. No sé, estoy algo decepcionado.


- Pero hombre, usted sabe muy bien que todo este juego entre los tres no es nada original. No más mire a Nothomb, a Mahfuz… usted no está inventando nada nuevo, al menos en cuanto a estructuras de diálogos, y es muy probable que tampoco pueda agregar algo nuevo a la sopa. Y así es muy difícil que podamos hacer algo bueno a la primera…



- En eso él tiene razón… esta dinámica ya se habrá hecho en otra parte, ¿No?


- Claro que tengo razón, siempre la tengo… ahh, sólo somos un trío de lugarones comunotes…


Uhmmm… lugarones… suena divertido…


- Sí, pero no lo es, señor, a la larga no lo es…


Ejem... Bueno, volviendo al tema, sé que es posible que alguien, o un puñado de alguienes, ya hayan desarrollado algo similar, e incluso les haya salido mejor. Sé que sería un error decir que estoy intentando algo experimental, no sólo por lo que acabo de plantear, sino porque en últimas no estoy siguiendo un método (al menos no en el sentido estricto de la palabra), ni tengo una hipótesis y objetivos claros, ni trato de demostrar nada, aunque si deba admitir que hay algo de ensayo y error en el proceso. Sé que no puedo esperar que todo lo que hagamos esté libre de lugares comunes (es más, puede que todo este párrafo sea un lugar común, qué le vamos a hacer), porque en medio del aprendizaje debo enfrentarlos varias veces, porque son inevitables y hasta necesarios, porque quizá el truco o la gracia sea conocer cómo pueden ayudar a hacer comprensible y claro el texto, permitiendo que entren un poco al texto pero sin dejar que lo dominen y lo acaben convirtiendo en un pedazo de basura como el que está al principio de este enredo…


- Pues yo no veo esto como un enredo…


Pero yo sí. A veces debo esforzarme para no perderme, suele ocurrirme mucho. Lo que quería decir con todo esto es que si sigo con esas ideas nunca vamos a llegar a ninguna parte, y lo único que va a ocurrir es que nos quedemos varados varios meses en silencio, temiendo una inoportuna lluvia de lugares comunes en toda esta sequía.


- O sea que todo esto fue una especie de danza de la lluvia de lugares comunes…


No, ninguna danza y ninguna lluvia hubo aquí. De pronto una llovizna, un vientecillo húmedo de lugares comunes, o al menos eso espero, al menos eso prefiero creer… en fin, nada que no pueda manejarse. Sencillamente toca seguir jugando, a ver si entre juego y juego nos quitamos un poco el óxido y llegamos a algo interesante ¿No creen?


- Pues si usted lo dice, míster “Llueve en mi corazón, llueve en mi alma, llueve en mi mente”… Bah, para que me resisto, si se que tarde o temprano terminaría dándole la razón…


- Por aquello de que nosotros y él…


- Sí, por eso… pero Shhh… no lo mencione de a mucho. El solo hacerlo es incurrir en un lugar común, ¡Ojo!


Ahh, deje ya la bobada… por algo acabo de plantear que es una pérdida de tiempo temerle tanto a eso…


- Sí, pero yo solo decía… no me crean tan malintencionado tampoco… sólo quería poner un poco de desenfadamiento…


- Pues como con usted a veces las cosas son así, ya ni sabemos qué pensar de lo que dice…


- ¿Y ahora qué, se pusieron en mi contra? ¿El mundo vs. Yo? ¡No es justo!


- Oh, pero qué trágico te has vuelto… ya no soportas ni la más pequeña…


(BUENO, ¿ES QUE ESTE TRÍO DE HIJUEPUTAS NO VA A DEJAR DORMIR? ¿VAN A PONERSE OTRA VEZ CON SUS MARICADAS COMO SIEMPRE? ¿ES QUE ME QUIEREN VER PUTO O QUÉ, MALPARIDOS DESGRACIADOS?)


¿Y ése quién es?



- ¿?


- ¿?