sábado, 30 de marzo de 2013

Sobre Vikingland



Hace unos días fui a ver una película muy particular, una película que como su propio director afirma no sé puede comparar con ninguna otra, su nombre es Vikingland. Se trata de un largometraje resultante de la revisión de veinte horas de grabación hechas por el marinero Luis Lomba y algunos de los tripulantes de un barco que transita por aguas congeladas entre Alemania y Dinamarca y que por largos periodos de la cinta creemos imaginar.

Dentro de la tripulación se encuentra el padre de Xurxo Gonzales, director de la película. Es por este camino que las cintas de VHS llegan a manos de Gonzales, que como él mismo afirma fueron salvadas del polvo y el olvido (La cintas fueron grabadas entre1993-1994).  

Gonzales decidió no agregar entrevistas a los participantes de aquel viaje, descubrió que el material se bastaba a sí mismo, en lo cual coincido plenamente. Sin embargo, esto lo hace en muchos momentos repetitivo y difícil de digerir; lo que lo hace exclusivo para personas con mucha paciencia y mente abierta. El director apunta a la construcción activa de la película por parte del espectador, a una transposición fantasmal de Moby Dick que parece asomarse a medida que se sigue el andar del barco y su tripulación por las aguas de la vida; La película apunta a encontrar en lo más cotidiano el valor único de cada momento.

Esto no quiere decir que Vikingland carezca de dinamismo y de escenas épicas como la cena de navidad y los constantes encuentros de Luis consigo mismo frente a la cámara.  Su naturalidad, su particular forma de asumir las cosas hacen de estos momentos un encuentro del espectador con su nada, con su intimidad en el instante mismo en que las luces del mundo se apagan y quedamos expuestos a lo que solo somos frente a nosotros mismos.

No debemos olvidar que las cintas inician siendo una forma de acercarse a su familia (iban siendo enviadas a su casa),  pero con el paso de los días la cámara se va volviendo una extensión del alma de Luis, una testigo de los miedos y vacíos de una tripulación de inmigrantes espectrales que por momentos desea perderse para siempre en las aguas del olvido. Creo que de ahí deriva las citas de Melville que usa Gonzales al inicio de la película  “A nosotros nos dieron por perdidos”. “El tiempo y el mar son infinitos”.

Yo sé lo que cuesta ver la película, también en algunos momentos pensé en saltar de la silla y arrancarme los pelos, pero encuentro en esas imágenes fantasmales algo luminoso, difícil de digerir la mayor parte del tiempo, adornado con matices y emociones que la hacen digna de ser vista.  Me parece que la película no es más que un viaje tortuoso en busca de una ballena esquiva, un viaje sin respuesta hacia lo que con plena hipocresía llamamos vida.

viernes, 29 de marzo de 2013

Retrato



Nuestro amigo Porni.

domingo, 24 de marzo de 2013

Ejército del Silencio


El siguiente texto fue escrito en un aparato que creé hace ya un buen tiempo llamado El Jardín Zen de las Palabras. creo que ya he mencionado lo del Jardín antes, pero nunca lo expliqué. lamento decir que por ahora tampoco lo voy a hacer. No tengo mucho tiempo, y a algo como a mi Jardín quiero dedicarle un buen espacio aquí. Sin embargo releí hace poco un texto que había aislado de aquel aparato con el que quería trabajar con más detalle, y es el que a continuación comparto. Es apenas un esbozo... bueno, casi todo lo que publico aquí es un esbozo, o digamos que un borrador, que subo al blog porque quiero decir cosas sin mucha edición, por vanidad de ver mis palabras publicadas en un espacio que nadie lee, o quizá porque sí, por algo que no se definir ahora; digamos que puede o no ser un error o un gesto irresponsable, pero de todos modos siempre está la posibilidad de retomar un texto y hacer de él muchas otras cosas más concretas, más trabajadas. Con esa idea en mente es que creé el Jardín... pero eso lo explicaré luego. Si alguien quiere hacer comentarios sobre el siguiente texto o sobre la idea que en ella reside, que no se aguante las ganas o que no se deje dominar por la pereza: el gesto será bien agradecido.

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17/12/2012 

Tomado de http://media.dcentertainment.com/sites/default/files/book-covers/8911_400x600.jpg


Hace días comencé a leer un cómic muy interesante llamado DMZ, que trata acerca de un hipotético (aunque muy posible) escenario de guerra civil gringa en pleno siglo XXI. No me voy a explayar contando de qué mas trata (si apenas mencioné de que trataba es solo para que me sirva como refrescador en un futuro). Llegados a un punto, los creadores dedicaron un par de números a una masacre ocurrida en esa ficción, a la que llamaron día 204. Durante ese día 198 manifestantes pacíficos fueron asesinados a bala por un grupo de soldados bastante estresados, en circunstancias caóticas. Es uno de los temas delicados de la DMZ, y uno de los que más llamó mi atención. Hay algunos trazos de lo que sucedió, pero no queda muy claro quiénes eran esos manifestantes pacíficos, ni por qué portaban todos capas blancas cubriendo sus cabezas ni anteojos oscuros, ni por qué marchaban todos juntos, en total silencio. El caso es que la idea me impresionó, y me hizo pensar en la posibilidad de que en la vida real se intentara algo parecido. Se me vino a la mente la idea de formar un ejército al que llamaría Ejército del Silencio (EDS), grupo desarmado cuyo propósito sería apoyar a las manifestaciones en contra de injusticias y a favor de cambios positivos para la gente. Comencé a divagar mentalmente sobre esta idea. Imaginé grupos de personas marchando al unísono, pero calmadamente, todos vestidos de blanco, en completo silencio, sin más ruido que el de la marcha, sin palabras ni pancartas, o solo una en la que manifestemos nuestro apoyo a la causa presente. El silencio puede ser algo incómodo, algo inquietante, algo molesto, algo necesario, puede ser muchas cosas. El silencio otorga también. otorga a quien se encuentra en él la capacidad de pensar sobre muchas cosas, activar la mente y ponerla a trabajar. 

En fin… que es algo que quisiera hacer en un futuro… a pesar de que mi inspiración vino de grupo ficticio al que masacraban precisamente por marchar y asustar a un montón de soldados con armas, en medio de la lluvia y el cansancio. Quizá en la vida real un EDS pueda ser confundido con un grupo terrorista o algo así, y sea detenido por la policía en mas de una ocasión. Son detalles que habría que tener en cuenta. A pesar de ello pienso que es algo necesario en toda manifestación, que haya un grupo de personas dispuestas a dedicar más que un minuto de silencio por las personas que perecieron por causas justas, que incomode a la gente a través del elemento al que más le huyen y al que intentan tapar con el ruido de la emisora, el televisor y demás aparatejos. Ejército del Silencio. Un ejército que puede comenzar con un individuo en silencio, acompañando las marchas, buscando con su callar ser algún agente de cambio. Sin violencia, sin agresión, sin hostilidad, quizá tan solo buscando generar incomodidad, pero no por que sí, sino por hacer que quien se incomode luego piense y pueda ponerse en una posición en la que más adelante cuestione sus ideas y se plantee otras cosas, y pueda ver qué está bien y qué está mal en su proceder. Es algo que quiero hacer, y que espero tampoco echar en saco roto o más bien saco cerrado, como muchas otras cosas mías…  

jueves, 21 de marzo de 2013

21 de Marzo día de la poesía


Si bien no soy muy fanático de celebrar en días específicos lo que se podría celebrarse todos los días (solo por convicción personal), me uno a celebrar el día de la poesía, porque se lo merece, porque a mi me salvó la vida y siento que debo dejar testimonio de ello, porque la poesía es salvación, es esperanza, es belleza; porque la palabra es un regalo(a veces maldición) del universo exclusivo  para los hombres.

Siempre se ha hablado de la inutilidad de la poesía, y de hecho la tiene para el mundo moderno donde todo se valora desde la productividad, desde ahí tienen razón; la poesía es la más inútil y pobre de todas las artes. Sin embargo, esto no quiere decir que la poesía carezca de utilidad, que no tenga en su haber el pecho de muchas almas que han encontrado el sentido y la belleza, que a veces parece inexistente en el mundo, frente a su mirada: mirada insolente, mirada descarnada, mirada invisible que teje el destino de todos los hombres.

Si, la poesía tiene mala fama, es inútil, en muchos casos difícil y además cursi, evoca tiempos de  viejos de los cuales ya nadie quiere acordarse, nadie en este mundo capitalista quiere salvarse, porque nos han obligado a creer, y lo triste es que nos han obliga y no nos damos cuenta, que la felicidad, que el bienestar, se encuentra en tener plata, en tener una linda casa y llenarla con cosas que son más inútiles que la poesía, que para quién saben cortejarla es la única carta de salvación, la única que te acompaña hasta la muerte, la única que puede acercarnos a nuestros amigos, a los  muertos y a los pájaros; la poesía es la única que puede transformar nuestras almas y hacernos soñar con que un mundo mejor es posible. Pero de eso nadie se da cuenta, porque los poetas son viejos ridículos y borrachos que nadie escucha y menos se explican como publican libros si no tienen lectores y mucho menos  lindos autos de los cuales bajarse a firmar autógrafos en las puertas de los centros comerciales. Si, todos ustedes tienen razón, aun así la poesía y los poetas siguen sosteniendo al mundo en secreto desde pequeñas habitaciones.

Comparto con ustedes uno de esos muros invisibles que solo se divisan desde la profundidad del alma:

Cuando Todos se Vayan
(Jorge Teillier)
Cuando todos se vayan a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza,
y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
como el borracho a la taberna
y el niño a cabalgar
en el balancín roto.
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.
Como una araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisa por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerraré a escuchar
discos de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio.

Marzo 21


- Hoy me sentí solo y desanimado. Quería despertarme temprano y trabajar un rato. Invertí mi tiempo nocturno de ayer, el que normalmente me tomo para escribir y leer, en trabajar. Miré casi tres veces seguidas un largo video de un jugador de Arsenal (el de Jenkinson). Igual escribí un correo, como por desahogo. Lo envié a las cuatro de la mañana.

No me desperté temprano. Como siempre, apagué la alarma y seguí durmiendo. Soñé que combatía contra un enorme oso de peluche que se había vuelto salvaje y destruía la ciudad. Yo era el único que podía combatirlo, y tenía que hacerlo con fuego; debía quemarlo y eso me afectaba mucho.

Desperté a mediodía. De todos modos eso todavía es algo temprano para mí. Revisé mi correo, las noticias, y trabajé un rato. Estoy cerca de terminar un ladrillo sobre hidráulica de puentes. Reconozco que no soy un gran corrector, que he sabido moverme para conseguir trabajos. Siento que al final aflojé con el libro de hidráulica, sobre todo porque me di cuenta de que el tipo solo estaba copiando información de otros textos. Son 900 páginas bien pagadas, desde Colombia, y eso me va a aliviar un buen rato, así que seguí adelante. Hay dos libros más. Necesito ir de frente, encerrarme en mi cuarto y corregir, corregir, corregir, que se me vaya la vida en eso.

Tenía clase a las dos y media. Suspendí el trabajo una hora antes y me fui a bañar. En el bus terminé de hacer una tarea y me puse a leer. El cuento “Muchacha de otra parte”, de Abelardo Castillo, me deprimió. Me hizo recordar a alguien que me dejó sin explicaciones, sin forma de reencontrarla, mendigando por los pocos rastros que me dejó. Esa idea, de abandono y amor fracasado, ya me ha estado siguiendo por un par de semanas. Me siento bien, pero solo, como ausente, como un fantasma que en cualquier momento se va a ir de este mundo y a nadie le va a importar, como un espíritu obligado a vagar hasta que pague una condena. Siento la esperanza o el delirio o no sé qué de que en alguna parte me espera una sonrisa y un cuerpo de mujer, afecto indestructible y cómplice, y que allí todo va a estar bien, pero cada día me convenzo de que ese lugar está en otra parte, en otra dimensión, a la que quizá solo puedo llegar después de muerto.

En el instituto encontré a la profesora de Gramática textual. La saludé y esperé que terminara de charlar con otra profesora, a quien ignoré porque no me agrada. No sé por qué; simplemente me fastidia. Subimos unas escaleras y la profesora me preguntó si había recibido su correo. Le dije que sí y pensé que quizás había debido responderle, agradecerle por tomarse el trabajo de revisar si me habían inscrito bien en las materias.

Entré al mismo salón de clases con ella. Noté que había gente distinta allí. Todas mujeres, pero mujeres diferentes. Me senté y aguanté el intercambio de saludos y bromas entre las alumnas y la profesora, hasta que ella finalmente me dijo: “Vos tenés clase allá”, y señaló el salón de al lado. “Expresión escrita” agregó. Pero mi única clase de la tarde era esa de Gramática, así que bajé a la secretaría y revisé el horario. Mi clase empezaba a las cuatro y diez.

Salí a almorzar. En la fila había una mujer que me recordó a Cecilia, mi muchacha de otra parte; Pangea era su pueblo.

- Las correctoras de la tarde estaban preocupadas porque en la clase de Expresión escrita las habían sentenciado a escribir un cuento. En cierta medida me gusta la idea, pero también sé qué peligroso e inútil es el asunto. Yo estuve tratando de escribir un cuento durante años y el cuero no me da. Me extiendo, sobreexplico, en fin.

- Por la noche tuve otra clase. Descubrí que el taller de Pablo me modifica demasiado.  Después de eso cualquier cosa me parece floja, sin espíritu. En el taller hay demasiada energía, demasiadas apuestas, sangre, fuego y dolor; es a vida o muerte, es exposición plena, es lucha. Un salón de clases ahora me parece estéril. La gente conversa, se ríe, estudia, participa en clase, anota en sus cuadernos, y yo estoy ahí, pasmado, después de haber perdido media alma el día anterior, adolorido, triste. Sé que detrás de todo hay mucha mierda, dolores contenidos, locura, mal olor. También sé que detrás de esa capa maloliente hay perfección, redención y pureza, pero a veces me quedo atrapado en la primera capa, y entonces todo es insoportable y tengo ganas de arremeter contra todos y mancharlos con mi oscuridad.

En medio de la clase alguien dijo algo gracioso y crucé miradas con una de las compañeras, los dos sonreíamos. Estaba a mi lado. Le saqué un parecido a una amiga mía. Una versión mejorada, o empeorada, no sé; el caso es que me llamó la atención. Ah, justo hoy, cuando mi sensibilidad está exacerbada e inclinada hacia un precipicio. Me quedo ahí tan imbécil, tan callado, tan quieto, tan escritor. Miro el cielo —y esto no es un manierismo literario—, la llovizna que me recuerda a Bogotá, y me pregunto qué esperanza me queda, qué puedo hacer yo, que estoy tan roto, tan mal hecho.

Otra idea me ronda: en el taller me dijeron que los únicos momentos en los que funcionan mis escritos es cuando aparece Cecilio, que interactúa con el mundo y se mueve y es más real que yo. Sin Cecilio queda un protagonista cerrado que no se comunica con nadie. Es lo que soy y no puedo salir de eso. Estoy atrapado en mí mismo y creo que ya se me hizo tarde para remediar eso. Ya no hay forma de aprender códigos humanos para entablar conversaciones o hacerse el simpático. Aprendí a quedarme en mi rincón, porque sé que cuando intento salir de eso se me nota el esfuerzo, quedo en ridículo y hasta digo cosas groseras o torpes o estúpidas. Lo único que puedo hacer decentemente —y eso con serias sospechas— es escribir.

- Cosas aparte: la profesora de Taller de corrección (nada que ver con el de literatura) anda saliendo con un cubano después de haberse divorciado. A ella le gusta compartir estas cosas sobre su vida. Creo que a veces dice más de lo que debería. Por ejemplo, hoy dijo que el cubano usaba palabras raras, que el fin de semana le decía “Vírate, vírate” y ella no le entendía. Quería decir “Voltéate, voltéate”. Mi imaginación/percepción se soltó. El cubano debe estarla surtiendo bien.

Una más: me ha caído la conciencia de que escribir esto acá es inútil. Creo que casi cualquier cosa que escriba (acá). No sé a quién le hablo, o si a alguien le importa. Tengo la impresión de que no y de que soy un advenedizo. Espero haberles servido para arrancar de nuevo esta máquina, de la que yo por ahora me bajo. Igual el compromiso que hicimos nunca me lo cumplieron así que eso me tiene sin cuidado. Estoy empezando a sentirme disgustado con todos y con todo y quiero estar solo, no quiero ni hablar. Prefiero seguir guardándome estas cosas escritas para mi intimidad, para que cuando me muera ahí sí se carguen de algo (de mi último envión de energía tal vez) y a mí no me importe el silencio del otro lado. Probablemente estaré demasiado contento en Pangea.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Carl Jenkinson


Para la temporada 2011-2012 Wenger compró a un tal Jenkinson del Charlton Athletic, un equipo de tercera división inglés. ¿Quién diablos era ese fulano? Una baratija, una apuesta mediocre. Jugó sus primeros partidos y se le veía absolutamente limitado técnicamente; no paraba una sola pelota bien. Se podía ver que era bueno para mandar centros, pero nada más. Ya me parecía a mí que era un ejemplo más de la demencia senil de Wenger de estos tiempos.

Este año es uno de los favoritos de la hinchada. Me incluyo entre sus admiradores. Nos ha tapado la boca a todos, y bien que lo hizo. Es hincha de Arsenal; hay una placa por ahí que dice “Hope you´re proud, grandad. Carl Jenkinson”. Potencia física, altura, velocidad, pasión por el club. ¿Qué más se puede pedir?

Hay que tenerle paciencia al video: se tarda en echar sonido y la segunda canción es como dulzona.

OJO al pique tan tremendo del 0:48:


lunes, 18 de marzo de 2013

La cocina como acto sublime


Creo que hay una cosa de la que nunca he escrito, una de las cosas que más me gusta en el mundo, la cocina. No sé a ciencia cierta por qué no toco el tema, ni siquiera con mis amigos más cercanos; a menos que ellos me lo pregunten. Para la mayoría de personas que me conocen, la cocina es una faceta completamente desconocida de mi vida, a pesar de que cocino casi todos los días. En fin, el asunto es que amo la cocina, y con falsa modestia creo que es una de las cosas que mejor sé hacer.

Desde siempre me ha gustado la cocina, la cocina como el acto que trasciende la transformación de los alimentos, la cocina como un rito en donde se respetan tiempos y actos, pero donde prima el plato terminado: su sabor, sus texturas, sus olores como una retribución a los alimentos que hemos usado, a la tierra que no los ha obsequiado. Además en este rito de  trasformación de los alimentos también nos transformamos (el que come y el que cocina) en mayor o menor medida; es por eso que la palabra rito hace su aparición y se incorpora a esta receta de enunciados.

Cuando digo que me gusta la cocina, quiero decir que amo la comida, comida no entendida como función necesaria de nuestro organismo; como el acto mecánico de recargar  el cuerpo llenando la barriga. Amo la comida como un todo de colores, sabores, olores, texturas, amo la cocina hecha con amor, técnica y misterio. Y con misterio no me refiero a ocultar los tiempos (la cocina es un arte de tiempos) ni de ocultar ingredientes, hablo de algo que es inherente a cada uno de los mejores cocineros y que los diferencia más allá de su creatividad y estilo, hablo de algo que los circunda pero que no se ve a simple vista; algo que solo es evidente cuando se los ve trabajando y/o cuando  se prueba sus platos, la magia; ese toque sutil que hace que todas las cosas tengan sentido en el universo.

Con esto no quiero decir que la comida de combate (como cariñosamente la llamo) no tenga su propia magia; llenarme hasta reventar, acompañado de grandes amigos fue una de las actividades que más hice en otros tiempos (Hablo de comer, comer, hasta casi reventar y/o vomitar). Lo que quiero decir es que este tipo de comida obedece a otro tipo de disposiciones, como por ejemplo al apremio del hambre, o la esfera de la compañía o nostalgia: comer mientras se juega videojuegos, o se ve un partido o una película. En este caso la comida cumple una función complementaria y siempre de segundo orden frente al acto de comer por placer.  

La cocina a la que me refiero yo en este post es la que apunta a los sentidos, al alma, a la conquista de los sabores que mueven el universo (esto no excluye que alguien pueda alcanzar el éxtasis en el acto mismo de comer por llenarse) es un acto que puede incluir ascetismo e iluminación, en donde es posible sentir cada uno de los elementos mágicos que la componen. 

Y si alguien cree que estoy exagerando con mis palabras, me adelanto a responder que no, este es mi credo.




domingo, 17 de marzo de 2013

Rojazno Duro

Para esta entrada decidí que voy a escribir cualquier cosa, de cualquier manera. ¿Qué le parece?

- Por mí está bien, pero... ¿qué entiende usted por cualquier cosa? porque la verdad mi impresión es que usted aquí siempre escribe cualquier cosa de cualquier manera. No veo la novedad, solo el anuncio de algo previsible.

Bueno, sí, es cierto eso, pero esta vez es dierente porque realmente pienso escribir cualquier cosa en esta entrada. Y de cualquier manera.

- Está bien, pero insisto en que sería bueno que me explicara qué diferencia hay entre lo que va a hacer ahora y lo que ha hecho siempre... no es mentira cuando le digo que no entiendo qué quiere hacer...

- Déjelo, es otro más de sus delirios... siempre está creyendo que es diferente de los otros y no es más que un repetidor y un calcado...

- Vea, no se meta. Usted no tiene nada que hacer por acá. 

- ...bueno, está bien. Para serle sincero no tenía ni ganas de molestar ahora. No sé ni siquiera por qué metí la cucharada en este plato. No me haga caso...

- Y ahora ¿qué pasó?

- No sé, no sé, nada, no pasa nada.

- Viejo, si es por la manera de dirigirme a usted hace un rato, le ofrezco una...

- No, no, no es eso... Es que... no sé, más bien luego conversamos.

- Está bien, vaya a descansar, que lo necesita.

- Bueno...



Lista de cosas que me predisponen

Mudo esto para acá (y de paso hago el recuento):


Lista de cosas que me predisponen cuando conozco a alguien:

(El hecho de que uno de estos ítems me predisponga no necesariamente implica antipatía; su efecto es inversamente proporcional al tiempo que llevo en contacto con el individuo. Evidentemente, si paso más tiempo con una persona quiere decir que la predisposición no es tan severa; si no paso tiempo es porque no lo pude soportar).

  1. Errores gramaticales en el hablar (que diga cosas como: hubieron muchas personas, pienso de que, primer vez...).
  2. El uso de la frase "se nota que no sabe de fútbol" para descalificar.
  3. Un tono de risa estridente, más cuando es fingida.
  4. Que me toquen a mí o algún objeto mío sin permiso. (Esto sube al cuadrado si es con comida).
  5. Las muletillas.
  6. Propensión a usar diminutivos.
  7. Cualquier intención de aparentar.
  8. Buscar trascendencia en conversaciones fuera de contexto.
  9. Generalizar e incluirme en eso, aun si la premisa es correcta. (Ej: "A ustedes les gustan los porotos").
  10. Si haces chistes o comentarios irónicos sobre mi silencio (del tipo: "Uy, por fin habló"), te vas al diablo.
  11. Si Seinfeld te parece malo, no tenemos el mismo humor; por lo tanto no me interesas.
  12. No te autoinvites. No me gusta.
  13. No seas desleal al jugar.
  14. Si idolatra a John Lennon, se va al diablo.
  15. Que sea ruidoso.
  16. Que use la palabra "lejos" para destacar algo como lo mejor, y más si lo hace con suficiencia, como si fuera una verdad absoluta.
  17. No me haga las típicas preguntas sobre fútbol que odio responder: las que provienen de alguien que realmente no está interesado en el asunto pero que busca hacer conversación.
  18. “Aunque Pirlo sea un trequartista de media cancha para atrás, que te distribuye juego y es un pulmón en el centro del campo, Xavi te hace la misma función pero te pone más pelotas directas para tiro a gol”. Hay algo en este tipo de tuteo que me irrita. Quizás es lo afectado y pretencioso que resulta. Hay que saber tutear.
  19. Que pregunte qué música me gusta, como si eso me definiera o fuera un fértil tema de conversación. Conmigo no lo es. La música no debería dividir en clanes o sectas. 

sábado, 16 de marzo de 2013

Marzo 16


Marzo 16

- El jueves fui a clase: Gramática textual. (Qué pomposo suena, y en realidad no me queda una mierda de todas esas clases). Era un grupo pequeño: seis mujeres y yo. Una de las mujeres era una anciana. Tan pronto entré la profesora me presentó y me preguntó por mi ausencia el año pasado. Dije que había estado en mi país y ahora había decidido regresar. Me había inventado esa historia el año pasado y decidí sostenerla. La anciana me preguntó si me habían dejado salir. Le contesté que sí, pero luego pensé (y me atormenté toda la clase con eso) que su pregunta tenía un sentido raro, marcado por su sonrisa irónica.

—What the fuck do you mean?

- Después tuve Práctica profesional II: nos pusieron a hacer una exposición para abril sobre la historia del libro. Tengo que decir algo sobre el siglo XIX en ese asunto. Maldita sea: qué viejo y displicente estoy como para ponerme en ese plan. Esto haré: el día anterior, a las diez de la noche, buscaré alguna estupidez y me la aprenderé para recitarla. Después dejaré que la profesora (y quizás las otras seis mujeres) llenen los vacíos posibles de mi exposición.

- Después, por la noche, en otro grupo, tuve Literatura I. Voy al taller de Pablo Ramos, dejo mi sangre, mi espíritu y medio corazón en eso. Aprendo cómo se escribe, cómo se apuesta el alma en el asunto, cómo se hace la magia. Y el jueves tuve que sentarme a escuchar una baba teórica al respecto que no me dejaba nada. ¿De qué me iba a servir saber lo que pensaba Bajtín cuando tuviera que enfrentarme a mí mismo, explorar la naturaleza de mi espíritu y derrotar mis sombras? ¿Cómo podría un nombre o una frase aprendida de memoria defenderme de la voracidad de la literatura de verdad? Se podría decir que amplío mi cultura general, pero la verdad eso a mí me tiene sin cuidado.

Había un tipo haciéndose el payaso. Marcolli, Marconi… no sé qué mierda. Buscaba lucirse. El profesor pedía un ejemplo de algo y él hablaba; el profesor pedía una opinión y él la daba; remataba sus intervenciones diciendo: “Recuerde mi apellido”. La gente se reía. Yo, a tres puestos de distancia, pensaba: “Maldito payaso”.

Las cosas que hay que hacer para conseguir un papelucho y ser considerado un humano decente más.

- Después tuve Expresión escrita. El profesor nos pidió que escribiéramos algo a modo de presentación. Mis compañeras de ese grupo (otra vez, ¡todas mujeres! Todas correctoras) refunfuñaron. Se enfrentaron al papel con dudas: borraban, escribían lento, calculaban. Cada una le entregaba al profesor una hoja. Yo le entregué cuatro, y terminadas a la carrera, porque se me había acabado el tiempo; si hubiera podido le daba diez páginas, ¡una novela quizás!

jueves, 14 de marzo de 2013

Diciembre de 2011


Sigo aquí, en el hotel, ya sin las presiones de la facultad, y sin embargo nada fluye de Mí. Muchas veces he escuchado que la escritura deviene de una obsesión; que la literatura esta hecha de obsesiones. En la poesía se habla de temas que han dado vueltas y vueltas en la cabeza y en el alma de los poetas, y que sin más remedio son exorcizados por la salmodia de la palabra. En los cuentos ocurre lo mismo, una idea que no logra dejarte en paz, y en la novela, en la novela yo no sé; supongo que lo mismo. 

Pero a mí no me obsesiona nada, ningún tema queda taladrando mi cabeza y mucho menos me lleva siquiera a vislumbrar mi alma. El olvido es tan tajante en mí que todo, por más que en su momento me haya causado un fuerte sacudón espiritual, se desliza y se pierde en lo más recóndito de mi memoria; todo fluye en mí como un gran río de lava. 

Entonces, ¿podré ser escritor? Quizás no, pero ya estoy aquí, así que voy a intentarlo, ya he puesto en juego demasiadas cosas como para no intentarlo.

Resulte o no haré de esto mi destino inmediato, intentaré contar historias, remover mi cabeza, estrujar mi corazón. y si después… no ocurre nada, entonces empezaré de nuevo. Pero por ahora, como dice Bukowski, no queda más que darle duro a estas teclas, exprimirlas, a ver si surge la sangre de algún lado.

Pasión por mi derrota

Gibbs, Koscielny, Mertesacker, Jenkinson, Fabianski, Giroud.
Walcott, Arteta, Ramsey, Rosicky, Cazorla.

Hoy mis amigos me invitaron a almorzar y a ver el partido de Arsenal. Por cuestiones de tiempo no alcanzaba a ir donde ellos, pero si hubiera podido solo habría ido a almorzar. Los partidos de Arsenal tengo que verlos solo. Es demasiada energía mental, física (la forma en la que camino de un lado a otro podría abrir una fosa en mi cuarto) y espiritual. Pongo demasiado, se lo entrego todo al equipo, me desgasto, grito, discuto, me pongo mal, loco, eufórico, triste, he estado al borde del llanto dos veces. Este espectáculo, como el de escribir, necesita hacerse en soledad. Los partidos de Arsenal los veo encerrado y nada puede interponerse entre ellos y yo. Nada es más importante. Una vez puse algo por encima de Arsenal y me arrepiento todavía. El beso por el que cambié el segundo partido de Barcelona contra Arsenal en la Champions de dos temporadas atrás no me dejó nada sino miseria.

Cuando escribo lo hago como un mago: en una gruta oscura y silenciosa, mezclo los ingredientes, peleo y le doy mi alma al computador. Para ver a Arsenal es casi lo mismo: me aíslo de la luz, me quito la camisa y me muevo constantemente. Sé que todo este despliegue de fuerza mental no es un desperdicio, sé que los jugadores, por lejos que puedan estar, lo reciben. Sé que mi aliento los nutre y les da vigor, sé que un grito mío es un pálpito en el corazón de ellos. Ah, si tan solo pudieran (mos) hacer más.

Este es el secreto de la pasión: Arsenal y yo somos uno, compartimos nuestra esencia. Esto va de un diario viejo:

- Ayer estaba delirando y entonces llegué a la conclusión de que estoy hecho a imagen y semejanza del equipo al que tanta fuerza le hago. Veamos:

El Arsenal es un equipo que ha mantenido una idea de juego específica a lo largo de la última década, y la ha defendido por encima de los intereses económicos y las exigentes metas del frenético fútbol actual. Es un equipo que cree en la paciencia y que un estilo de juego refinado y de buen manejo de balón, aunado a una política de incorporaciones en la que prima la formación de talento desde la cantera, trae, invariablemente, buenos resultados. El gran éxito del Barcelona puede avalar su obstinada defensa de dicho ideal; sin embargo, en los últimos cinco años, esto es, la mitad del tiempo que ha defendido dicha idea, ha tenido que verse constantemente superado por equipos como el Manchester United o el Chelsea, que son un poco más agresivos en sus fichajes y manejan filosofías de juego diferentes, no tan respetuosas de la estética como la suya. No obstante, este equipo permanece fiel a sus valores, mantiene la fe en su proceso y su convicción de que hace lo correcto resulta tan inquebrantable que a veces se puede tildar de simple terquedad.

De ese mismo modo, yo me veo continuamente superado por individuos que se manejan en una forma un poco más descuidada e inmediata que yo, que velan tan solo por sus necesidades físicas y que difícilmente tienen respeto hacia algo sagrado (distinto de Dios, que a fin de cuentas es un simple artificio). Se me ocurren muchos ejemplos que podría citar para aclarar este punto, pero eso sería salirme demasiado de la ruta que lleva este registro: tendría que mencionar algunas personas y explicar su relevancia en un ámbito ajeno al del trabajo. De manera que pido una concesión en ese sentido y que se me deje establecer esa disparidad entre mis ideales, mis desproporcionados parámetros morales cuyo éxito y/o recompensa potencial jamás parece concretarse, y la decadencia de un mundo en el que, simplemente, fui incapaz de ganar trofeos a través de dichas convicciones.

En el último párrafo me refería a mujeres, también un poco a la literatura o, para abarcar todo lo que he hecho, al arte. Cada día, cada partido, cada temporada, cada derrota de Arsenal me hacen volver a este texto y revalidarlo. Arsenal y yo somos muy parecidos: nos cubre una nube de tragedia, de inseguridad, de timidez, de torpeza y mediocridad. Tenemos mucho talento, mucho potencial en nuestras piernas. Sin comprar jugadores como si fueran abalorios (Chelsea, Manchester City, Puagh), sin romper las reglas, sin jugar sucio, en silencio y buscando la elegancia, tratamos de triunfar. Damos una buena lucha hasta lo que podemos. Sin embargo, surge alguien con más jerarquía (Manchester United, Bayern Munich) y nos devuelve a nuestra realidad apocada.

Una vez llegamos a una final de Champions. Qué cerca estuvimos de coronar, qué talento tuvimos una vez, pero de repente todo se empezó a caer y las cosas no nos salieron tan bien como creíamos merecer. Ahora cada vez que veo a Arsenal siento que voy a ver a algo muy querido debatirse en un ring en el que lo van a masacrar. Sé que voy a verlo sangrar, sé que voy a verlo lastimado y caído y eso, de verdad, me entristece. Yo mismo me siento agredido, rebajado, golpeado en mis convicciones. Parece que el mundo me demostrara que si no compro jugadores de ochocientos millones de euros no podré conseguir lo que quiero. De todos modos sigo en lo mío, con mi librito, con mi manual. Adelante, no me rindo jamás, aunque me entristezco y suelo quedarme atrás, cada vez más atrás. La nube de tragedia me rodea como una niebla, me borra el panorama de lo que puedo ser.

Cuando llega el momento, cuando estoy contra las cuerdas, salgo con todo, con la sangre en el ojo, y nada me puede detener. Así dejo aturdidos a los demás, anoto tres goles, dos goles en canchas difíciles en circunstancias difíciles, pero me quedo corto, porque la derrota inicial pesa más. Me cuesta convencerme, me cuesta creer en mí mismo, me cuesta apretar al rival en su cancha, no sé leer partidos, hace rato que no gano una copa.

Por eso, algún día, cuando Arsenal gane un trofeo, sabré que parte de mí alzará la copa —esté muerto o vivo—. Por eso ansío ver a Arsenal ganar; de algún modo eso me animará a creer que yo sí puedo ganar en mi vida el título que tanto ansío.

lunes, 11 de marzo de 2013

Más feo que el silencio o al menos menos bello


Vuelvo otra vez a lo mismo: ganas de escribir, pero sin tener ni la más mínima idea de qué quiero escribir, sobre qué, sobre quién incluso.Es algo que tiene que estar, incluso en la forma d la partícula más diminuta, porque es un punto de partida necesario; no importa si luego no se sabe a dónde se va, no importa el derrotero, siempre y cuando se comience, se de el primer teclazo, se tenga una idea apenas audible pero presente que de inicio a la escritura. En este caso, como dije al principio, vuelvo a lo mismo: a escribir sobre el hecho de que no sé qué escribir. Creo que es la tercera o cuarta vez que me pasa en los últimos días, o semanas, no me acuerdo. Puede que no sea nada, pero para mí es mucho, considerando que no he escrito casi nada en meses. Bueno, la verdad esto es nada. Nada es nada. Bah, me fui al carajo ya. Hora de divagar… mucho más.


- ¿Qué quiere usted decir?

- ¿Decir con qué?

- Con que es hora de divagar mucho más, así, con los puntos suspensivos.

- Pues de que he comenzado divagando y de que, pese a la futilidad del asunto, más vale divagar más, con tal de escribir.

- Sí, bueno, pero ¿para qué hace lo posible por escribir?

- Para no callarme, loco, para no quedarme en silencio.

- Pero si como dice el dicho, si no tienes nada más bello para decir que el silencio, mejor no digas nada, ¿no sería más adecuado callar? ¿No sería más bello?

- Quizá sí, pero es que yo soy feo y terco.

- ¿Y eso qué?

- Pues que mis palabras son feas y tercas. 

- Tampoco se de tanto látigo...

- No, no es que sea algo malo o algo que no me agrade... la cosa es que se, o más bien tengo la fuerte impresión de que lo que estoy escribiendo ahora no es más bello que el silencio, y más aun, que tiende mucho hacia lo contrario. Y como soy terco prefiero llenarme de fealdad, que al menos es acción, a ser bello y quedarme quieto. Entonces, como lo más adecuado es callarse, busco hacer lo contrario.

- Ah, veo… así es usted, imagino que irá a decir.

- Si, así soy, quizá la razón sea más compleja, espero que lo sea, pero sí, así soy. ¿Cómo supo que yo iba a decir eso?

- Simple. Usted escribe ambos diálogos. En algún momento tenía que ponerse de acuerdo para acabar con esta vaina e irse a dormir.

- Sí, tiene razón, no me esforcé demasiado esta vez por hacer dos voces o al menos dos modos distintos de mí que pudieran separarse y establecer diálogos. Quizá es capricho. Quizá se me acabó la energía o el interés y preferí no meter misterios bobos, ir al grano y cerrar esto de una.

- Entonces estamos de acuerdo…

- Sí, estamos de acuerdo, por más raro que suene ese estamos. Ahora, la cosa es tratar de lograr un punto de conclusión, para que esto no quede como en las nubes. ¿Qué propone?

- Uhmmmm…

- ¿Uhmmmm qué?

- Espere. Uhmmmm…

- Uhmmmm… espero…

- Ya. Sencillo. Con esto logré mi cometido.

- ¿Con qué?

- Pues con toda esta perorata. Ponga cuidado, está como elevado.

- Lo siento, debe ser el sueño.

- Entonces es hora de ir a dormir, ya la hora de divagar pasó.

- Entiendo… qué bien, no hablé de nada, ¡qué extraño orgullo…!

- Tampoco es que no haya hablado de nada. Mire, habló de…

- Sí, ya se, un par de temas, como el volver a usar formas desesperadas de iniciar la escritura, que más vale escribir por escribir que dejar de hacerlo, aun cuando el hecho mismo de escribir por escribir sea algo inútil y que no lleve a ningún  lado, o que no aporte nada a algo más serio, pues de todos modos el texto queda, se puede revisar, se pueden encontrar pequeños rastros de luz entre tanta mugre, y que eso vale en cuanto a que por más distraída que haya sido la escritura, fue trabajo hecho, fue materia prima que fue creada a partir de lo mejor y lo peor, lo más precioso y lo más flojo de mí, que existe al menos como idea puesta en palabras y no como idea flotante, sin asidero… y que no existiría y no habría nada que comenzar a explotar si no se hubiera escrito por escribir… y por eso no fue un trabajo en vano.

- Uy. No se si habló de tooodo eso antes, pero…

- Qué importa. La tarea está hecha. Vámonos a dormir, ¿Sí?

- Vale, no hay problema, pero usted se queda aquí.

- Bueno. ¡Hasta pronto, muchacho!

- ¿Así, sin chistar?

- Sí, no me importa. Total, a la próxima se queda usted, así que ojo.

- ¡!

sábado, 9 de marzo de 2013

Marzo 8



- Aunque quiera negarlo, me di cuenta de que hay algo dentro de mí que añora tener una familia: mujer, hijos.

Una de las escenas que más me cautiva en cualquier sitio es la de una madre interactuando con un hijo pequeño. La forma en la que lo alza, le hace gestos alegres, lo cuida, satisface sus necesidades: todo eso llama mi atención instintivamente. Hasta ahora me parecía que había algo oculto y maligno en esa atracción, pero leyendo lo que he escrito, y dándole la mirada de psicoanalista que se me impregnó acá en Argentina, me doy cuenta de que en realidad lo que late es un profundo deseo de pertenecer, un anhelo más que un desprecio, como tanto quise creer.

- Hoy fui al instituto. Siento que tengo que terminar ahí; es mi única salida de este país. Fui con pocas perspectivas. Necesitaba un discurso para evitar el pago de la matrícula anual y no tenía nada preparado. La improvisación no es lo mío. Me vi frente al instituto sin ninguna idea de lo que quería hacer o decir, ni siquiera estaba del todo seguro de querer entrar.

Timbré. Sonó un zumbido y abrí la puerta. En la escalera me dije: “Cuánto tiempo”.

Abrí otra puerta más y allí estaba una rubia que trabajaba ahí. Tan pronto me vio me reconoció (“¡Volviste!”) y entonces me saludó de beso.

Qué detalle tan nimio, pero hay que ver cómo resalta en el contexto de mi parca y mínima vida social. Ya me han saludado/despedido así antes: protocolo. Esto fue distinto. Acúsenme de elaborar demasiado (pecado persistente en mí), pero es así:  ya desde el año pasado había algo, me hablaba con cierto entusiasmo (Bah, era amable nada más), me advertía por mi constante atraso con los pagos (era su trabajo), siempre sonriendo (es una persona alegre).

Oh no. Hay algo ahí, lo intuyo. Generalmente me doy cuenta de esas cosas, aunque nunca sé qué hacer al respecto. Es algo que nunca me enseñaron, es una grave carencia. En la manada los machos cacarean y baten sus plumas, entonan cantos y se golpean el pecho, bailan alrededor de la hembra y se exhiben. Yo soy un animalito flaco y silencioso, que se mueve por ahí, buscando sombra y tranquilidad. Soy cojo, ciego, débil, torpe, callado, ingenuo y deforme (ya hablare de esto último otro día). No. No creo que vaya a aparearme jamás.

De modo que ahora estoy sujeto a esta curiosa ensoñación. No sé de qué ridícula manera ese simple gesto en el saludo me ha dejado excitado (en todos los sentidos en los que se pueda interpretar esa palabra). Como siempre, fue bastante diligente para ayudarme. Le comenté que tenía un problema de horarios y ella me anotó las alternativas para organizar mi estudio. Qué manos tan bonitas tenía. ¿Culo? ¿Tetas? No sé, no me he fijado en eso; su entusiasmo es suficiente atractivo para mí.

Evidentemente, no me insinué ni dije nada fuera de lo estrictamente necesario. Incluso empecé a tartamudear a la hora de hablar de mi horario. Y me despedí como si nada. La única forma de actuar que tengo es esto, escribiendo. Pero aquí estoy solo y a nadie le importa.

Oh, detalle cursi: conservo la cartulina en la que anotó sus cosas. Su letra. Si fuerzo la imaginación puedo creer que es una carta de amor.

jueves, 7 de marzo de 2013

Esta vez sí lavé los platos


Tenía muchas ganas de escribir, pero se me fueron un poco luego de lavar los platos. No es que no me guste lavar los platos. De hecho, a veces disfruto quitando la grasa de los cubiertos, los vasos, las ollas y todas esas cosas, el contacto con el jabón, las burbujas que salen cuando la esponja entra en un vaso, la sensación en las manos frías y frescas luego de hacer el oficio y secarme. A veces hasta aprovecho para pensar; un amigo comentaba hace muchos años que si en una fiesta había que lavar los platos, él podía hacerlo con mucho gusto, porque siempre aprovechaba ese momento para pensar, era tiempo gratis, por decirlo de alguna manera. Y le hallo mucha razón en ello, ahora que yo también suelo hacerlo. Pero lavar los platos tiene sus peros: a veces la grasa y la mugre no es fácil de quitar, a veces hay mucho aceite y me desagrada el que no se me quite de las manos hasta que, tras mucho esfuerzo y espuma, logro quitarme la sustancia de mis dedos, pero entonces sigue el problema del  jabón de loza en las manos, y a veces tengo que ir al lavamanos y quitarme los restos con jabón de manos, hasta que mi obsesión por las manos limpias se calme. A veces la espalda me duele de tanto estar encorvado… es cierto que tengo que mejorar mi postura, pero es que casi cualquier lavaplatos que he usado es muy bajo y tengo que agacharme un poco, pues si no lo hago no alcanzo los platos, y como a veces puedo tardar más de 20 minutos en el lavaplatos dándole a las manchas, el dolor aparece pronto. Otro problema es cuando me enfrento a una lavada de loza sin una buena esponja, escaso de jabón, con un lavaplatos pequeño o con un lugar incómodo para ir acomodando las cosas que voy lavando. Eso me irrita mucho, y hace que me de pereza comenzar.

Bueno, en realidad me da pereza comenzar muchas cosas, soy muy flojo. O me he metido en la cabeza que lo soy, tal vez. ¿Por qué habré hecho eso? ¿De qué quiero evadirme? ¿Acaso no quiero dinero?

Últimamente pienso en cuánto aborrezco el dinero, en que todo se mueve bajo su influjo, y que la gran mayoría de las cosas que necesita o quiere la gente están mediadas por esa cosa. Y más recientemente me di cuenta de lo mucho que pienso en el dinero, aun cuando sea en contra de éste. Es un fastidio a veces pensar así. pero es que mi verdad es esa, no me gusta vivir en función de la plata, no me gusta, no quiero, a pesar de que este mundo ya está configurado para que mi no querer sea prácticamente imposible, no, no quiero… quizá eso es lo que ha hecho que, a propósito, últimamente ande sin un peso. Pero bueno, esa es otra cuestión, con la que francamente no quiero explayarme mucho por aquí. O quizá sí, pero no sabría qué decir luego de un par de líneas. O de pronto es la pereza, que vuelve a cada rato.

Se, o supongo, que tanta pereza física y de algún modo espiritual no me va a llevar muy lejos. Pero por ahora no importa mucho: no se a dónde ir (bueno, geográficamente sí, pero a esto no me refiero). De manera que si bien es bueno ir dejando la desidia en el camino, no pretendo darme mucha prisa. O al menos ahora digo eso. Espero que no sea muy tarde cuando levante la cabeza de la almohada y mire, espabilado, en qué me estoy convirtiendo…

miércoles, 6 de marzo de 2013

Manifiesto del escritor nocturno


Puede parecerte que soy un vago que se despierta a mediodía, que duerme demasiado. Pero por favor entiende: soy un ser nocturno. Yo soy quien cuida tu sueño, quien se mantiene vivo mientras todos caen en su pequeña muerte de todos los días. Yo soy quien mira por la ventana y siente al mundo descansar, yo soy quien va a avisarte si el planeta decide colapsar de noche. Yo soy quien vigila y quien se mantiene alerta. Si algo pasara: si un aparato se incendiara, si un ladrón entrara, si alguien quisiera hacerte algo, yo lo impediría, yo estaría allí para protegerte. Me importas y no quiero que te pase nada malo.

Yo respiro noche y silencio; la actividad del día me fulmina. Si me despierto a mediodía, a veces a las tres de la tarde, no lo hago por flojo; es porque he peleado, porque he tratado de hacer magia, porque he dejado mi alma, mi sangre, mi amor en un escrito, en palabras que seguramente después no me van a servir para nada o que yo mismo voy a despreciar. Pero lo hago, una y otra vez, porque sé que estoy destinado a eso. Es la única certeza que tengo. El caso es que estos trances, esta pelea frente al computador, esta exploración de mi espíritu, es demasiado… como una quimioterapia: quedo acabado, descompensado. No físicamente (aunque esto de ser escritor tiene sus rigores físicos: comes poco, duermes mal y vives en sitios feos, tienes que aguantar, sobrevivir, pelear, mantener el fusil, como en una guerra); quedo espiritualmente abatido, postrado. Necesito descanso: duermo durante el día, porque la luz del sol no me da nada.

¿Crees que quiero ser famoso?, ¿que busco aplausos y reconocimiento? Oh, sería agradable, me haría sonreír por un momento, pero no es mi naturaleza ni mi objetivo. ¿Crees que quiero vender?, ¿que me recuerden? Antes sí. Ahora es diferente, ahora quiero, o más bien necesito, entenderme, de eso se trata todo. Veo un tipo que escribe una novela ambientada en no sé qué época. Muy bonito, todos la alaban, la admiran, pero no me parece. En esto, si quieres ser verdadero, o si quieres alcanzar algo de verdad, tienes que estar dispuesto al sacrificio casi absoluto. Y por sacrificio me refiero a revelarte y poner tu alma en lo que haces: no armar historias bonitas en las que no apuestes tu sangre y tus lágrimas. Puedes apostar sudor, pero siempre sabe mejor la sangre, créeme.

Veo gente que trata de sostener una doble vida, que se aferra a la tabla de salvación de un trabajo, una rutina, una paga. ¿Crees que ese es mi ideal? Hace mucho que quiero destruirme, hace mucho que estoy en conflicto conmigo mismo. No. Ese mecanismo de preservación no va. Esto es una religión. Por suerte cuento con un maestro que lo ve como tal, que entiende este asunto así. Es un credo particular, en el que te flagelas y haces votos de pobreza. No importa: se trata de tener contacto, aunque sea por un instante, con la verdad del universo, con un pequeño secreto que te dé algo de luz. Y si luego cultivas esa luz y la mantienes despierta has hecho algo bueno, has sido literatura, aunque sea solo para ti; y si luego puedes predicar la palabra e irradiar esa misma luz, eres un ser más avanzado.

Yo ya escribí, yo ya me entendí. De todos modos todavía necesito hacer manifiesta esta verdad. No depende de mí ni es mi vanidad; es para lo que fui escogido y está por encima de mi voluntad. Que se venda o no, que se lea o no, no importa: ya habré cumplido mi misión.

“¿No quieres dinero?”. No. “¿Fama?”. No.

No rechazo eso, pero no son mi propósito. Yo estoy loco y no me da miedo morir en nombre de algo superior, de una fe. Creo en esto que estoy haciendo, aunque a veces no parezca, y estoy dispuesto a morir si es lo que me pide. Comer poco, dormir mal, estar triste, estar solo, no saber qué es el amor: para todo eso me he ido preparando, para todo eso tengo una firme cabeza. Eso sí que no me da miedo. Me da miedo hablarle a una mujer que me gusta o a un desconocido, me da miedo hablar por teléfono, me dan miedo las alturas, pero no me da miedo apostar mi vida. Quizá sea coraje, quizá sea estupidez, insensatez, autodestrucción.

lunes, 4 de marzo de 2013

No sé por qué me entristece tanto la cotidianidad (...)



No sé por qué me entristece tanto la cotidianidad, como si yo pudiera escapar de ella, como si yo tuviera alternativa frente a su vengativa e ineludible presencia. Siempre que salgo a caminar se me aparecen distintos paisajes que son ella misma, está por todos lados, me acecha por donde quiera que vaya, pero sobre todo, me duele cuando husmeo al caminar entre las ventanas abiertas de las casas. 

A veces aparece en forma de un anciano que escucha la radio y ceba mate en la sala, al fondo veo su patio mohoso en el que vive internado los días que aún le quedan. Cuando paso de regreso por su ventana todo sigue igual, como si mientras yo vivía la vida el anciano hubiera estado ahí, detenido en el tiempo, como una fotografía. En las paredes de su sala se pueden ver algunos retratos a blanco y negro con su esposa y sus hijos ¿Aún vivirá la esposa? 

Otras veces aparece en una mujer acostada en el sofá, evita ver como se le va la vida pegada al televisor, reconozco el acento colombiano o mexicano que proviene del aparato, debe soñar con esos amores imposibles entre ricos y pobres que son el pan de todos los días en las telenovelas. La mujer gira la cabeza y me mira, yo volteo la cabeza hacia otra parte y continúo mi camino, pero sigo pensando en la vida, en ella, en la cotidianidad que le ha tocado (¿o habrá elegido?).

También la veo representada en muchas familias que conozco, intentan sobrellevar la vida con la fuerza de la unión, se reúnen en la sala, tienen el televisor prendido y hablan entre ellos después del almuerzo, todos han ido a visitar a sus padres y cómo cada domingo se “sorprenden” de los milímetros que creció el sobrino, o de como ha enloquecido el clima en los últimos tiempos, cuando no están  tratando de permanecer despiertos; de sobrevivir a las mismas historias de juventud que cuentan los viejos. A la noche todos se van aliviados, hubiesen preferido pasar la tarde en otra parte, con los amigos, en la cancha o hasta en un parque, pero los viejos ya son viejos y nunca se sabe; por eso van cada domingo, pesarosos.

Pero no es la cotidianidad lo que me entristece, es el tedio, la nada, ese disfraz que acompaña a todos las acciones humanas y que por suerte no podemos ver en nosotros mismos como lo vemos en los desconocidos; su vida parece no importarnos y toda se cubre con una espesa capa de densidad, de tedio.

Pero como frente a fuerzas tan grandes no puedo hacer nada, yo sigo caminando por las calles y cuando miro por las ventanas vuelve una y otra vez la melancolía, esa que sé, me espera en alguna parte, quizás ya esté en mi casa ahora mismo o aquí, caminado conmigo mientras miro por las ventanas.

Masitas para el té


El título… no quiero explicar el título, por el momento es suficiente con que lo entiendan quienes lo tengan que entender. Es como una broma privada, o no tanto así, pero sí algo que está velado para los que no tienen mi contexto a la mano (sin embargo, si alguien quiere preguntar, que lo haga, que luego yo le explico... o quizá lo haga después, sin que me lo pida nadie). Solo digamos que el título es una forma de darme a entender que a veces meter las patas en el agua y luego el resto del cuerpo, y mojarse un rato con la ropa puesta, y agarrar un resfríado, y andar mal unos días y luego mejorar, y volverlo a hacer, y luego sentirse como un pelotudo pero solo por un momento… ahhh, sí, la escribí, nunca pensé que lo haría, pero usé esa palabra, esa que tanto había preferido evitar en mis escritos, solo por el hecho de que no es mía, de que no la siento mía… es como que no tengo permiso para usarla o quiero pensar que no tengo permiso para usarla, pero como me creo la farsa de la prohibición la uso, para demostrarme que no siempre tengo que ceder y puedo salirme cuando quiera de los cueros, sí, o al menos usar palabras que en mi hablar son escasas y con las que no me siento cómodo pero que de vez en cuando quiero usar. 

Pelotudo… pelotudo… no me gusta que me digan así. Creo que a nadie. Pero admito que me parece, a ratos, una palabra chistosa. Sobre todo si se dice con una buena entonación, con un buen acento. A Luca Prodan se le escuchaba con toda la gracia del mundo. A otros también, pero en este momento solo recuerdo a Luca diciendo: “tienen que votar a un pelotudo” como respuesta a algo que le preguntaron (y de lo que no voy a hablar aquí, que más bien quien quiera que escuche por acá)... Lo que me hace gracia es esa forma de pronunciarlo, esa imperceptible pausa que pone antes de pronunciar la P, la fuerza mínima pero necesaria que le imprime a la primera sílaba, en fin… una palabrota bien pronunciada que me saca una sonrisa de pelotudo, ja ja ja*. es que sí, sonrío como pelotudo, no como bobo, no como tonto, como pelotudo, cada vez que oigo a alguien pronunciar esa palabra con propiedad, con entusiasmo, con desparpajo pero consciente del significado que le está dando en su momento… quizás porque puedo leer cosas en ese momento de quien las dice, sobre sus intenciones, no se, sobre algo que está al ladito… en fin, basta de eso, que igual esa palabra sigue siendo ajena y prefiero que lo sea… así me sigo riendo cada vez que escuche un buen uso de ella…

Me duele una pierna. Cuando hace frío, comienza el dolor, y tengo que frotarla para hacerla entrar en calor, aunque no siempre la molestia se me quita haciendo eso, o más bien sí se me pasa pero no siempre se me pasa pronto… es algo molesto, pero es algo con lo que tengo que vivir, y a la larga es algo más o menos tolerable… No se si lo que me pasa en la pierna (que suele ser la izquierda aunque recuerdo un par de raras ocasiones de molestias con la derecha) lo haya mencionado antes. Tal vez sí lo haya escrito, solo que en mi diario. Tengo un diario, aunque es injusto llamarle así, ya que no lo uso todos los días. ¿O sí se puede? En fin, que ese diario es algo que tengo para mí, pero del que a veces saco cosas para este espacio. Cuando tengo algo que me llama la atención, lo saco, lo baño, lo acicalo y lo meto acá. Sería bueno volver a esa costumbre. Necesito más masitas para el té. al menos en la vida real me gustan mucho.

Ah, una última cosa: a propósito de esto del diario, creo que no he mencionado que hace ya un buen tiempo me inventé una cosa llamada Jardín Zen de las Palabras. Luego escribo sobre eso. No lo debo olvidar, por eso lo hago público. Quizá así lo recuerde con más facilidad… es algo bueno de quedar expuesto: es más difícil esconderse, hacerse el loco… bueno, será en otro momento. Pero será.

*mención aparte merece la forma en la que Prodan dice: ”son unos hijos de puta”. Esa también es muy buena…

Dennis Bergkamp

Hace poco se supo que a las estatuas de Tony Adams, Herbert Chapman y Thierry Henry en el Emirates se les va a sumar una de Dennis Bergkamp, y sí que se la merece.

Este jugador me parece uno de los mejores de la historia. Tenía todas las cualidades:


0:00-4:20 Un maestro del pase.
4:27-6:35 Un definidor majestuoso.
6:36-8:21 Un virtuoso del primer toque.
7:51 El mejor gol que vi en mi vida.

Su visión de juego era tremenda, siempre jugaba con la frialdad que le mereció su apodo (Iceman). Sabía qué hacer con su primer toque, elegante, preciso, artístico incluso (¿a quién sino a un artista se le puede ocurrir lo que le hizo al defensa de Newcastle?). A veces me pregunto, por ejemplo, qué será de Messi cuando pierda velocidad, ¿cómo va a evolucionar su juego? Bergkamp no necesitaba eso: su cabeza estaba a años luz de ventaja y el pie siempre le respondía con exquisitez.

Hoy me tocó chupar otra derrota, un escalón más en este declive inmundo. Da tristeza ver lo que era Arsenal con hombres como Bergkamp, lo que alguna vez significó este equipo, que ahora es un hazmerreír al estilo Liverpool. Antes Arsenal inspiraba respeto, jugaba a algo, había tradición, talento y categoría. Ahora no hay ni la sombra. Solo nos queda aferrarnos al pasado, nostálgicos, haciendo estatuas y viendo videos cada vez más añejos.

viernes, 1 de marzo de 2013

A Olga orozco


Ya  me iba a la cama cuando apareció su voz. Esa voz oscura y rugosa  que yo sentía, ya me había habitado de alguna forma; aunque nunca la hubiese escuchando antes. Lo que quiero decir es que no era la primera vez que su voz venia a salvarme (Porque muchas veces somos salvados, aunque no nos demos cuenta, o no queramos darnos cuenta).

Ella estaba ahí, frente a mi pantalla, diciendo tantas cosas que no tuve otra opción más que mirarla, que perderme en esa atmósfera cálida y a la vez tenue que genera su presencia. Hablo de Olga Orozco, hablo de la poesía hecha carne, de la oscuridad hecha luz.  En esta ocasión se trataba de un especial sobre su vida transmitido por el canal Encuentro, que para mi desgracia terminó unos pocos minutos después. Mientras veía los créditos, decepcionado, solo atine a repetir, casi como un mantra “Ojala lo hubiera visto desde el principio”. Las propagandas llegaron y alisté todo para ahora sí, más derrotado que nunca, ir a la cama. “Ojala lo hubiera visto desde el principio”.

Pero mi sorpresa llegó cuando tras la propaganda empezó de nuevo el documental, ¿cómo era posible que en un canal de la televisión pública dieran dos veces seguidas el mismo programa? No, tenía que ser un error de ellos, o  quizás una contestación que me hacía Olga Orozco, estuviese donde estuviese. Preferí creer lo segundo y así fue que todo comenzó. Un reencuentro con los poemas y su poesía (No solo en los poemas hay poesía) ausente de mi vida por casi dos meses.



Yo escuché a Olga Orozco y ella a su manera divina hizo lo mismo conmigo, una vez más me rescató de los fríos infiernos, y yo ahora escribo estas palabras para demostrarles a los incrédulos, que si es posible hablar con los muertos. 

Nwankwo Kanu

Primero quise averiguar por qué Diaby se lesionaba tanto. Resulté viendo una foto de cuando le pegó a Terry en la final de una Carling Cup. Fui a Youtube a buscar el video y en mi búsqueda “Arsenal Chelsea” surgió este video.


Hay cosas curiosas que me llamaron la atención, como Le Saux haciéndoles pistola a los hinchas de Arsenal en la celebración del primer gol, el registro de Nelson Vivas y Suker como jugadores de Arsenal, el hueco tan grande a un costado del Stamford Bridge y a través del que se ve el cielo (lo que me hace suponer que le agregaron una tribuna más después para darle su apariencia actual). Me reencontré con la magia de Arsenal como equipo grande, como padre de Londres. Chelsea venía encarrilado, de golear al Manchester United (según Martin Tyler) y se perfilaba como un candidato al título. Iba ganándole a Arsenal 2 a 0: Chelsea parecía una amenaza seria. Entonces Arsenal dijo “No, pequeñito, equipito inferior. Tú no perteneces a estos pulsos por el título. Eso es cosa de Manchester United y yo. Vete de aquí”. En quince minutos se incorporó y le dio una cachetada que mandó su campaña al olvido. Qué tiempos aquellos, qué fútbol era ese. Cómo ha cambiado todo.

Ahí el fútbol se ve más duro, más físico. En ese video el fútbol se ve más tosco que el de ahora, las entradas eran más burdas. No por mucho, pero sí se nota la distancia, se nota la evolución que ha habido desde entonces. Por ejemplo, no creo que hoy pudiera jugar un arquero con pinta de electricista como Ed de Goey.

Este video me hizo recordar que Petit usaba el 17 —número que después usaría Song, con un aporte similar, también sustraído por el Barcelona—. Fue bueno ver al viejo Dixon por allí, a Parlour, que no era gran cosa pero corría y metía personalidad. Hace poco leí un artículo que proponía a Ramsey como un nuevo Parlour, y desde ese punto de vista no me pareció tan mala la idea de Ramsey en la titular de Arsenal: lucha, desgaste, trabajo en toda la cancha, carácter. Quizás eso pueda ser el aporte del tan criticado Ramsey.

Fue bueno ver la pifia que se mandó Henry, un poco a lo Walcott. Para ir más al extremo, a lo Gervinho. Mal control del balón en velocidad, desperdicio de un contraataque. Luego Henry se convirtió en una leyenda con estatua propia. Quizás aún haya esperanza para el atolondrado Gervinho y para Walcott.

Otro recuerdo agradable: la canción de la Premier.

Pero por encima está Kanu. “Kan U believe it?”. Por ese partido decidí acogerlo como uno de mis jugadores favoritos. Compré un afiche de él y en esa época en la que aún estaba suscrito a Junior Gunners había pedido que me enviaran una foto autografiada de él. El primer gol le salió casi de casualidad; en el segundo ya mostró algo más de instinto goleador con su primer toque, aunque creo se le fue un poco largo y la suerte le ayudó para que eso fuera más productivo. En el tercero también estuvo de buenas porque el rebote del rechazo le quedó ahí, pero pienso que la calidad atrae suerte. Ante ese favor del destino, Kanu respondió con toda su categoría, su frialdad, la personalidad que Arsenal merece. El electricista salió quién sabe a qué y Kanu lo dejó ahí tirado (“Húndete, equipito”). En esa época yo no gritaba tanto los goles, pero sí que me emocioné. Se afianzó mi incipiente pasión por este equipo. John Laguna y Christian Bozzo vitoreaban la hazaña y yo no lo podía creer. Simplemente sonreí, a solas frente a la majestad del rojo y mangas blancas.

Me da lástima que se haya ido tan silenciosamente, que su carrera como jugador se haya extinguido como si nada. Se hundió con el Portsmouth y adiós. Por el mismo camino ignominioso van Pires y Ljungberg. Cualquier hincha de Arsenal los va a recordar, pero el fútbol los está desechando como una baba. Nada de despedida como a Bergkamp, ni siquiera como la de Zidane, que se dio en una forma medio trágica pero en un marco tan  majestuoso como la final de un Mundial.