lunes, 1 de agosto de 2016

Esto pasó en algún punto de octubre del año pasado

Hoy vi a Alfonso. Estaba de paso por Bogotá, guiando a un grupo de estudiantes de la universidad en la que trabaja. Al encontrarlo en la calle que me había indicado me di cuenta de cuánto lo quiero, y además de cuánta falta me hace un par con el que pueda hablar francamente. Por un momento había descartado el largo viaje hasta el centro, de hecho lo había llamado con la intención de decirle que no podría ir, pero al escuchar su voz se avivó mi necesidad de compañía y de afecto, así que le dije que nos veríamos en un par de horas. Me acerqué al grupo y lo saludé. La barba que ahora se deja crecer parece marcar el hecho, apenas natural pero en cierta medida doloroso, de que el Alfonso actual es uno distinto al que conocí. Salvo el otro profesor que guiaba y que me presentó, ignoré a las demás personas que estaban con él.